Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


sábado, 31 de mayo de 2014

Corazón latosito


Cuando te emociona ver a alguien suceden cosas en tu interior.

Se enciende una sensación en tu pecho que se contagia a todo tu cuerpo. Tu corazón late deprisa, pero sin los efectos secundarios de una taquicardia incontrolable. Se agita, pero no sientes desmayarte. Tu respiración se apresura, pero el aire es suficiente, no sientes asfixia. Lo que se genera dentro de ti es agradable, te brillan los ojos y sonríes tontamente.

No te hacen falta grandes motivos para estar feliz. Te basta uno sólo: ver a ese alguien. Incluso la espera se vuelve tierna y tolerable. Aunque mueres por apresurar el tiempo, disfrutas los segundos que cuentas para poder verlo. La esperanza y la ilusión te mantienen un poquito cuerda. No lo padeces, sabes que habrá una recompensa.

Sentir esa emoción es invaluable. Sucede pocas veces. Es tener fe en el futuro cercano, pues bien podría fracturarse la idea. Todo puede ocurrir, desde que te cancelen de último minuto hasta una emergencia mayor. Sin embargo, esa ansiedad parece disfrutarse y añadirle sabor al encuentro. Sería ideal mantenerse en paz para ello sin expectativa de nada, pero cuando la emoción de sobre pasa, requiere maestría dominarla.

Te aventuras y apuestas a que tendrá un final feliz. Añoras que así sea y te permites entusiasmarte más de la cuenta. Incluso puede que suspires...

¡Qué emoción por ver a alguien!

viernes, 30 de mayo de 2014

Qué fácil es engañarte (2o. Parte)

Viernes de Relatos

La tarde lluviosa me hostiga intranquila, pretende impedirme que salga a engañarte. Tan empeñada estoy en vencerla, que no reparo en tomar un paraguas. Un muro acuático cae tras la puerta y arruina el atuendo que tardé horas en escoger. Mi peinado se empapa y cae desastroso sobre mi cabeza. El rimel con el que he pintado mis pestañas se desvanece en ríos negros que caen sobre mi cara. Mis zapatos de tacón libran los charcos que se han creado en la banqueta. Estoy terrible y no me importa. Voy a salir.

Mi cómplice de venganza me espera en un auto. Ha aparcado lejos para evitar que me pillen mis vecinos. Sin testigos emprendo mi camino y en cada paso que doy para llegar a él, se me mojan las ideas de regresar. Aunque hay vuelta atrás, determinada ignoro la opción y sigo avanzando.

Conduce lejos, lugares recónditos que no visito usualmente. Perseguir el anonimato es lo que nos anima a los dos. Él no tiene nada que perder, vive sin rendir cuentas a nadie, es fácil para él servirme en la aventura. No cuestiona mis motivos ni me hace reflexionar en las consecuencias. Se divierte en la astucia que lo mueve a cubrirme las espaldas y en la recompensa que gana por ser con quien desahogo mis deseos.

La noche transcurre violenta, asaltando mi conciencia cuando su recuerdo brinca a mis ojos. Quiero verle en quien me acompaña. Sus manos son las suyas, sus labios son los suyos. Su cuerpo se apodera del impostor que me tiene sujeta entre sus brazos. Me calmo el remordimiento imaginándolo conmigo y reniego su verdadera ausencia justificando que él estará haciendo lo mismo.

Regreso a casa, insatisfecha y lastimada. Le arrojo una sonrisa furtiva a él y me despido con un ademán. Camino a casa. La lluvia ha sido derrotada, sólo quedan sus restos que reflejan mi rostro si me les asomo a ver. Siento la brisa helada del recuerdo del agua que cayó al suelo.


Mañana lo veré. Sin mentiras, sin verdades. Simplemente lo veré…

jueves, 29 de mayo de 2014

Visualización


Es curioso que tengamos el poder de creación. Es lo que nos permite hacer realidad lo que imaginamos. No escatimen el trabajo duro, se trata de complementarlo.

Verán, cuando queremos que algo suceda, el primer paso para ejercer este poder consiste en la visualización. Tienes que verlo. Va un poco de la mano con la necesidad de concretar lo que queremos. Precisamente, para poder verlo, primero necesitamos tener claro qué queremos. Esa imagen, al diseñarla, nos obliga a responder esa pregunta. Para ponerle color, sabor, sensación y sentimiento, tienes que saber qué quieres o no lo podrás ver.

Visualizarlo tan claro que sientas que estás ahí. Abstraerte lo suficiente para que te permita "vivirlo". Lo puedes tocar, lo puedes sentir, porque está ahí. Una vez que lo has visto, lo que sigue es ir tras ello. Ahora sí, a trabajar duro y no perder de vista las oportunidades. Sí, éstas se irán presentando sólo ante los ojos sabios y atentos. Si no prestas atención a las señales que te da la vida, te las puedes perder. Por ello, es necesario que no pierdas de vista lo que has imaginado y estés abierto a captar lo que venga a continuación.

Esto no es nuevo, y en varios lugares puedes encontrarlo. Sin embargo, ¿qué debes tener en cuenta para ejercer tu poder de creación? Quítate el miedo.

Sí, a veces creemos que queremos algo y estamos ahí visualizándolo y trabajando duro por ello; pero algo sucede que al final no se concreta. ¿Por qué? Algo te está deteniendo. El asunto es saber qué. A veces es miedo, a veces es incertidumbre, a veces falta de confianza, sólo tú lo sabes, pero en definitiva, es eso lo que estropea que lo puedas crear. Para que funcione, todo tú debe abandonarse a la tarea, si una parte de ti mismo duda, no va a resultar. Es como si fuera posible teletransportarnos. Si por un instante esto fuera viable, podríamos ir de un lugar a otro en un cerrar de ojos. Si visualizas el sitio claramente, sabrás a donde vas. Si dudas al momento de ir, si una parte de ti titubea, al momento de teletransportarte, no llegarás completo. Dejarás algo de ti en el camino y sería una catástrofe.

Así que si estás dispuesto a ir tras algo, el primero que debe estar completamente seguro de ello, eres tú. Si pones todo lo que eres en esa empresa que inicias, saldrá bien tu poder de creación.

No dejes que los miedos e inseguridades te detengan. Confía en lo que tú quieres y atrévete a verlo. Si lo ves, ya estás ahí. Ahora ¡manos a la obra!

miércoles, 28 de mayo de 2014

Estar de malas


Estar de malas es una sensación incómoda y estresante que nadie quiere experimentar y aún así "algo" consigue ponernos de malas.

Sentirse así es como tener un radio a cierto volumen y ponerle un amplificador que lo hace escucharse más fuerte. Todo lo que ocurre a tu alrededor se amplifica y te molesta. Las cosas más chiquitas se hacen gigantes; las palabras más suaves se vuelven duras y estás expuesto a librar una batalla en la que pretendes defenderte a través de gritos y ademanes estruendosos.

Cuando estoy de malas tu cara cambia. Sí, cómo estar de malas si no tienes la cara apropiada para la emoción que sientes. Tus ojos se hunden, tu ceño se frunce, tus dientes se asoman, tus músculos faciales se tensan y tu respiración se contrae o se agita abruptamente. Te encorvas, cierras los puños y el aire no fluye placidamente por tus pulmones. Te ves mal.

Lo que le sigue es la interacción peligrosa que mantienes con los que están a tu alrededor. Cualquier roce hará la bomba estallar. Tienes una caldera por dentro que busca expandirse en libertad. Estás a punto de herir al primero que se acerque. Necesitas una víctima, alguien con quien desquitar el horror que llevas por dentro, porque ni tú mismo te bastas para tal fin.

Lo que te parecía tolerable, ese día no lo soportas. Las boberías de diario que te hacen reír ese día te parecen bromas mal gastadas. Las ocurrencias no merecen escucharse y todo puede parecer que te quita el tiempo.

Antes de desahogarte... ¡respira! Ve al baño, busca un lugar alejado de la gente, toma distancia unos minutos, cierra los ojos: ¡mírate! Pareces un monstruo. El enojo es natural, pero no permitas que se apodere de tu vida. Sé capaz de leer el mensaje del que es portavoz y atiéndelo con serenidad, no con agresividad. Estar de malas es una situación que puedes aminorar respirando.

Inhala aire, exhala, inhala y exhala. Perdona el momento y fluye con él. Recupera tu paz interior y suelta lo que te ha hecho estar de malas. Si no sabes la razón, respirando vas a encontrarla. Mírala de frente con todos sus colores y déjala ir. Es momento de avanzar y resolver.

Estar de malas te arrebata el goce de la vida, porque de malas nada sabe bien. La vida es demasiado corta y breve como para amargarla inútilmente. Abre los ojos, relaja tu rostro y toma control de tu respiración.

Estar en paz es lo que más ayuda para manejar el conflicto o lo que te haya puesto así.

Prueba respirar y ya verás.

martes, 27 de mayo de 2014

¿Estás de su lado?


Cuando estaba en la escuela y era niña, era fácil tomar partido. Es una reacción común querer estar del lado de alguien cuando se genera un conflicto. Si tu mejor amiga se pelea con alguien, ese alguien inmediatamente pasa a ser un enemigo tuyo también. Si alguien se atreve a ofender a una persona querida para ti, te apropias del lío y ese alguien ahora tiene que vérsela con dos.

Parece fácil. Sin embargo, no lo es.

Por alguna razón, al crecer te percatas de que no siempre vas a liarte en un problema que no es tuyo. Si existe una guerra, no tienes por qué tomar partido y ejercer tu rol de atacante para cobrar venganza y demostrar tu apoyo. Estar de un lado de esa guerra no es precisamente la forma más adecuada de actuar. Descubrir esto puede enojarte y confundirte. Así pasa.

Verás, si tuvieras una pelea con tu novio y terminas la relación, los amigos que hicieron en común podrían verse en la encrucijada de decidir de qué lado se quedan. Sería hasta cierto punto injusto. Ellos no han tenido la pelea. ¿Por qué habrían de elegir a quién le hablarán a partir de ahora? Si entre ellos hay cariño y amistad. ¿Por qué tendrían que elegir sólo a uno de ustedes?

Cuando un matrimonio se termina, ¿los hijos tendrían que elegir un lado? ¿Sería imprescindible exigirles que sólo tuvieran relación con mamá o papá, y que nunca más volvieran a ver al otro? No parece adecuado solicitarles tal cosa, pues a ambos los quieren y su relación es diferente a la que tienen ellos como expareja. Entonces, eso de tomar un lado no es tajante ni forzoso.

Si emprendemos una batalla hacia otra persona, definitivamente vamos a querer aliados. Nos encargaremos de difamar al enemigo, de mostrar con evidencias el daño que hizo y lo desgraciado que es. Uniremos a otros a nuestra causa y exiliaremos de la sociedad al ser en cuestión. Para eso, claramente, sirve elegir un lado. Sin embargo, desde una percepción madura que actúa desde el perdón y la objetividad, es posible que nos sorprendamos al notar que los demás no tienen por qué despedirse de una persona que te hizo daño a ti. Si eres justo, respetaras las relaciones que tienen los otros con ella y te beberás el trago amargo del egoísmo.

No tomar un lado no significa que no emitas un juicio sobre el comportamiento de otra persona. Definitivamente puedes concordar con la idea de que en efecto "le hizo daño", pero no implica que tú te alejes como lo hará el que ha sido lastimado. Tal vez abogues por la persona y trates de hacer entrar en razón al otro, pero no significa que tú tengas que mantener la misma distancia y dejar de quererle también.

Existe la lealtad hacia una persona. ¿Pero qué implica ser leal? ¿Ser leal será vivir dependiente de las decisiones de otro, será imitarle? Creo que la lealtad no conlleva romper lazos sólo porque otro los ha roto también. Hacerlo sería incluso olvidar la propia conciencia, el criterio propio y coartar la libertad. Considero que tomar partido requiere más reflexión y voluntad que sólo dejar de hablarle a alguien porque te lo piden. Necesariamente requiere de un proceso de pensamiento que te motive, según tus principios, a actuar de ese modo. De lo contrario, sólo sería muestra de la carencia de la valentía de tomar tus propias decisiones y dejar que otro marque tu camino.

Duele no tener cómplices y defensores cuando alguien te ha lastimado verdaderamente, pero si nos hacemos de "grupos" sólo conseguiremos dividir el mundo. Dicen "divide y vencerás". Se trata de unirnos en solo frente y ser más fuertes. Comprendernos y empatizar son verbos que nos pueden ayudar a levantarnos. Finalmente, la recuperación de nuestra integridad perdurará más si ha sido forjada con nuestras propias manos y nuestro propio esfuerzo. Si nos reconstruimos a partir de la destrucción del otro, ¿de qué victoria podremos vanagloriarnos?

Se trata de otorgarle libertad a nuestros allegados de tomar sus decisiones sin influenciarse por lo que nos han hecho. Creer que en sus corazones encontrarán la sabiduría para amar al que han lastimado, sin dejar de amar al que hizo daño.

Así podríamos ser más grandes de corazón. Así podríamos crecer y como todo proceso de crecimiento: va a doler, pero valdrá la pena.


lunes, 26 de mayo de 2014

Enamorarse después de los 30

Uno no se enamoró nunca, y ése fue su infierno. Otro, sí, y ésa fue su condena. 
Robert Burton. Escritor y clérigo inglés

Proverbia. Recuperado en http://www.proverbia.net/citastema.asp?tematica=653 con fecha 26 de Mayo de 2014


Enamorarse hay que hacerlo con locura y pasión. Sentir que el intelecto se desvanece sin razones, sentir el alma encendida y revoloteando. Frágil y breve. Suspirar y sentir tu corazón latir ansioso, que sólo se apacigua al contacto de la persona que te ha hecho enamorarte.

Para enamorarse plenamente hay que dejarse perder. No juega sus cartas la cabeza. Son pocos y sustanciales los motivos que te cuentas para envolverte así. Detalles pequeños, realidades que atrapan tu mirada, sueños que se concretan en una persona. No necesitas pensar, sólo sentir.

Cuando has andado un rato por la vida, te enteras que eso del enamoramiento es como encender una luz de bengala en una noche decembrina. Se prende e ilumina la oscuridad con su radiante y centelleante luz. Te cautiva y embelesa mientras dura. Lo disfrutas y sabes de antemano que al terminar de consumirse, sólo quedarán cenizas y el recuerdo de que estuvo ahí.

El amor joven entiende el enamoramiento y lo abraza. Lo dramatiza y lo demanda en su expresión más exagerada. Al terminarse, el desenlace no conlleva expectativas. El asunto es sencillo: decides si sigues o no sin adelantar razones que un adulto habría cuestionado desde el inicio. El joven no se apresura y goza de éste; mientras que el adulto lo vive consciente y bajo lo que se llama una relación formal y comprometida.

Es inevitable. Llega una edad en la que te percatas de que no vas a enamorarte como lo hacías cuando tenías dieciséis. El propósito de una relación en ese entonces, no es el mismo al que tienes cuando has pasado cierta edad. Ahora no sólo te importa lo bien que te sientes junto a una persona, sino también la posibilidad de compaginar ambas esencias para construir una vida juntos. Si esto último no es de tu interés, seguramente te enamorarás y sin conflicto vivirás su término. Sin embargo, cuando ya ha surgido en ti la curiosidad de encontrar a alguien para vivir juntos... sabes que "enamorarse" será un lío.

¿Por qué? A lo que voy es lo siguiente: uno se enamora casi sin elegirlo. (Digo "casi", puesto que es un hecho que no todos son candidatos a que te enamores de ellos. Sí hay un filtro, sí eliges) Cuando te has enamorado partes de lo que a ti te gusta o al menos, de lo que crees que te gusta. Así lo haces siempre, incluso cuando eres mayor. Pasas los treinta años y sigues tu mismo modus operandi. El problema ocurre cuando el enamoramiento terminó y pones las cartas sobre la mesa. Las preguntas como: ¿Quieres casarte? ¿Quieres tener una familia? ¿Quieres vivir con alguien? ¿Cómo es tu familia? ¿Cómo manejas el dinero? ¿Qué plan de vida tienes? y otras tantas aparecen para que ambos las contesten. Pueden suceder dos cosas: ese alguien se compagina contigo o ese alguien no busca lo mismo que tú. Si no busca o quiere lo mismo que tú, sigue la desilusión y la sugerencia de terminar la relación o permanecer en ella, a sabiendas de que no van en la misma dirección.

Enamorarse cuando has decidido buscar una pareja para hacer una vida juntos, requiere pulirse. ¿No sería genial descifrar un modus operandi que acelerara el corazón sólo si esa persona puede lidiar con las preguntas que le siguen? Podríamos abreviar la tortura del desenlace anticipando un poco. Sin embargo, sería iniciar una relación con una expectativa detrás que te impediría fluir totalmente. Esta extraña combinación es la que puede provocar la eterna frustración del que busca el amor maduro.

Atontarse, volar por las nubes, sentir mariposas y dibujar corazones no son cosas que se permiten los mayores. Encontrar el equilibrio de enamorarse sin perder la cabeza, pero dejándote enamorar es el asunto a resolver. Y la culpa la tiene la incesante necesidad de "no perder el tiempo".

Vaya, este trance y la prisa por crecer desgasta. Escuchas constantemente "para X edad ya deberías haber hecho esto..." "antes de X edad es mejor tener hijos...." y así una y otra vez. Es complejo sacudirse los tiempos que marca la sociedad y atreverse seguir una pauta que te marques a ti mismo.

Esperanzadamente, sea como sea que escojas diseñar tu modus operandi, considero que lo mejor que puede pasarte es que no te arrepientas de nada al final. Vive consciente de lo que haces y no haces, de los amores que vives y de los que dejas pasar; de aquellos a los que te aferras y de aquellos que olvidas. De esos en los que inviertes años y aquellos que desechas en cuestión de días. De esos que te mantienen convenientemente y de esos que sufrirás por mantenerlos.

Tú decide, consciente y plenamente, para que no quieras volver el tiempo atrás y hacerlo distinto. No te engañes y hazte caso.

Es cuestión de elegir y si te equivocas, levántate. En esto del amor, lo importante es que no dejes de vivir y te atrevas a seguir.


domingo, 25 de mayo de 2014

Esfuerzo


Se podría creer lo contrario, pero el esfuerzo es un ingrediente vital en el crecimiento personal. Lo que realizas y que implica tu máximo esfuerzo es aquello que disfrutas más.

Piensa en una actividad o meta que te has propuesto. Si ésta te implica esforzarte, cuando la haces o alcanzas la gozas tremendamente. Te sabe bien, te sienta bien, te hace bien. En este sentido, creo que si algo has de agradecer en la vida, es que ésta te cueste trabajo.

¿Por qué? A quienes algunas cosas se les dan fáciles, no conocen ese placer. Los que no han "sudado la gota gorda" no han experimentado el goce del triunfo de conquistar y vencerte. Es como ir al gimnasio, sólo sabes que está funcionando si te duele. "Si no duele no sirve" Así es como las cosas importantes de la vida funcionan. Si no te desgarras en superarte, no te enteras de las montañas que has conquistado. Por ello, osaría decir que lo más desventajoso que te pudiera ocurrir es la facilidad de hacer las cosas. Si se te dan fáciles, no te percatas de las maravillas que tienes a tu alcance, porque no las has luchado. Lo que se te da fácilmente va a requerir el triple de tu participación para que disfrutes el néctar que los que se han esforzado para llegar donde tú estás se beben como recompensa.

Es lamentable incluso tener talento. Entendamos por talento aquella cualidad que te facilita de forma nata una actividad. Una disposición especial para ello. Si te conformas con el talento, no te vas a esforzar. ¿Por qué hacerlo si se te da? Parece curioso dimensionar que lo envidiable para muchos, puede estar en tu contra. Te conformas con la facilidad que tienes y te confías en ella. Si vences eso podrás esforzarte y buscar el perfeccionamiento continuo, pero requiere despojarse de esa comodidad a la que es fácil arraigarse.

Alguna vez me contaron que la mujer que más IQ tenía (sólo por decir que era una mujer bastante inteligente) para ganarse la vida atendía una tienda como cajera. Cualquiera podría estar enlistando todos los quehaceres que le ocuparían si tuviera esa capacidad. Sin embargo, para ella significaba lo mismo hacer eso o lo otro. ¿Podrías creerlo? Sí, porque sin esfuerzo no se genera ese reto que te despierta por dentro los ánimos de avanzar y descubrir de qué eres capaz. Sin eso, es indiferente.

Así que cada vez que te enfrentes a una situación que requerirá de tu esfuerzo, agradécelo. Se te está presentando una oportunidad de sentirte vivo y ponerte a prueba para crecer y para transformarte. Desde las cosas aparentemente pequeñas como amar a alguien incondicionalmente o perdonar al que te ha lastimado, hasta aquellas que tienen que ver con desempeñar tus cualidades y dejar tu huella.

Y si eres de esos a los que mucho se les da fácil... ¡busca encontrar tus límites para que los puedas superar! No permanezcas embelesado en tu facilidad, no te engañes, ahí no vas a encontrar el crecimiento. Tienes que encontrar lo que te pone incómodo, te frustra y te hace exigirte de verdad.

Gocemos pues el esfuerzo, ahí está la felicidad. Pruébate y verás.


sábado, 24 de mayo de 2014

24 de Mayo La verdad


Despojarme de las historias hilvanadas con ficción e imaginación es difícil. Son el caliente abrigo del escritor, su refugio y su consuelo. Es cierto que tienen siempre una buena o poca dosis de autobiográficas, que en secreto ocultamos en las frases y en los nudos acontecimientos reales que nos inspiraron a visitar el papel para crear. Dilucidar dónde termina la realidad para encender la imaginación, dónde vive la fantasía y dónde muere, es como buscar el secreto del truco del mago; fácilmente puede quebrar tu cabeza.

Sin embargo, hoy me desarropo para ti. Si me lo permites y no te ofendo, te voy a contar la verdad. Me apena que no sea tan interesante como las hazañas y tribulaciones que puedo escribir. La verdad es tan aburrida como yo. Este día 24 de Mayo, apelo a compartirte lo que soy sin los adornos que visten mis relatos o mis ocurrencias. Me presento ante ti tal cual soy y me veo en el espejo todos los días. Temo que no vaya a gustarte más, pero a veces es necesario dar a conocer la verdad. Sobre todo por aquellos a quienes amamos y a quienes fácilmente lastimamos por tomarlos de inspiración para escribir.

Sin nada emocionante en mi porvenir, ahora mismo te escribo sentada desde mi cama. Se escucha de fondo una simple canción que pretende velar el ritmo de mis palabras. Dicen que escribir con palabras es como escribir música. Deben armonizar, por eso escucho una canción siempre que lo hago y se repite tantas veces como tarde en completar los párrafos. Te escribo desde una habitación cuya ventana tiene como vista las casas de mis vecinos. Nada fuera de lo ordinario. Todos haciendo sus quehaceres del hogar y preparando la comida. Lo sé por los ruidos que compartimos a través de la pared y los aromas que se escapan de sus cocinas, presumiéndome que un guisado casero será servido a sus mesas pronto.

No tengo un trabajo fijo, ahora vivo del sueño de emprender. Me tortura la incertidumbre, pero tengo el apoyo de mi familia. Anhelando la seguridad, busco trabajo, asisto a entrevistas que concluyen en indefinidas llamadas que nunca suceden. Me aferro luego a mi sueño de emprender. Supongo que todavía no tengo el valor de perseguir lo que quiero. Me falta, lo sé. Me enojo y me desquito con el primero que trata de acorralarme en la clásica y típica forma de vivir. Quiero algo diferente, sólo necesito la voluntad para hacerlo.

Lo tengo a él. Siempre hay un "él" en la historia. Un hombre al que llevo en mi corazón y me anima a escribir. Alguna vez osó pedirme una promesa: "nunca dejes de escribir" No pude hacérsela. Por años dejé de escribir por miedo. Miedo a fracasar, miedo a triunfar, miedo a tener que esforzarme, miedo a ser enjuiciada, miedo a perder y ganar todo. ¿Alguna vez han sentido algo parecido? Escribir para mí es mi vida me representa precisamente todo lo que eso puede conllevar. Miedo en su más pura presentación, para mí eso era suficiente razón para huir.

Sin embargo él me animó y de a poquito logró convencerme. Lo que no sabe es que se convirtió en mi inspiración. Entiendo esto como aquello que me hace sentir tanto, que no me permite olvidar que estoy viva. Es él quien logra extraer de mis entrañas todas las emociones posibles: odio, amor, terror, desesperación, ilusión, venganza, euforia, desánimo, dolor, esperanza, algarabía, rabia... ¿qué podía hacer con todo esto a flor de piel? Escribir. Precisamente, para mí, el alimento para hacerlo es lo que siento. Cuando no siento nada, no tengo nada que escribir. Así que te agradezco por presionar los botones correctos, sin ti, no sé qué despertaría lo que luego corro a describir en palabras para construir un relato afortunado.

Lo que escribo se basa en lo que siento y lo que vivo. No siempre es lo que vivo hoy. Mi vida necesita cuajar antes de servir para una historia. Necesito mirar cómo se descomponen sus partes para identificar su esencia y usarla a mi gusto. A veces explota la emoción y estalla lo que escribo para desahogarlo, porque es muy difícil guardármelo. Lo que me quedo por dentro se pudre y hace daño. Eso lo he aprendido recientemente y por eso torpemente puedo escribir lo que puedes imaginar que es por completo real, cuando no lo es.

Quisiera que gozaras o repudiaras lo que escribo por lo que es. Así como ves la magia ocurrir frente a tus ojos, sin sentirte engañado o subestimado, que sólo disfrutaras del espectáculo. Mi trabajo es vivir y contarte de la vida, no mentirte, sólo prestarte mi corazón por un instante y el de otros que me han compartido el suyo. Eso es escribir y lo amo.

Espero sigas leyendo. No me canso de agradecer que lo hagas y espero me concedas tu compañía en esta búsqueda de mi propia voz como escritora, que no hace más que ser la voz de las vidas y sucesos que trascienden al tiempo, uniéndonos y recordándonos que tenemos algo en común entre nosotros: vivimos y sentimos.

A veces creo que sólo ayudo a decir, lo que a veces no sabemos cómo decir.

Seguiré escribiendo... pero sin prometerlo. Un día lo haré, se los prometo.




A ti, perdón por no explicarte esto antes. Deseo que quieras seguir leyendo, después de todo, tú lo empezaste. Te quiero... como la luna quiere al lobo.


viernes, 23 de mayo de 2014

Qué fácil es engañarte


Los viernes traen consigo la tentación de engañarte. ¿Podrías culparme si envuelta en mi debilidad cedo? Es en viernes cuando te olvidas de mí. Te busco en el teléfono y lo dejas sonar sin contestar. Te desapareces y te enredas en pretextos que nunca te atreves a decir. Ni siquiera merezco una excusa torpemente planteada, no te esfuerzas siquiera en inventarte una que me pueda creer. Ni una historia fantástica que aminore mi ansiedad de verte. El silencio es tu respuesta y es la única cosa que recibo si te invito a vernos y pasear un rato por la ciudad.

Mis intenciones de robarte unos minutos para tomar un café sentados en algún sitio se derrumban siempre que mi sugerencia sale a colación. Recibo una negativa una y otra vez, cada viernes, cada semana, cada mes, cada año. ¿Cómo pretendes que sobrevivamos así?

Sentada sola, encerrada en casa. Esperando que te dignes a acordarte de mí. Podría atreverme a salir... Tal vez experimentar el miedo de que pudieras atraparme allá afuera divirtiéndome sin ti. Aunque tal vez en el encuentro la sorprendida fuera yo y no tú. Tal vez tú estés haciendo lo mismo que yo pretendo en mi imaginación. Puede ser que tú estés en brazos ajenos a los míos y que tus constantes evasiones sólo sean la absurda coartada que me das para no encarar que te diviertes con otra.

¿Por cuánto tiempo más planeas prohibirme tus viernes? La realidad podría ser incluso peor; que tú no estés con otra mujer, que estés auténticamente solo, gozando de ti. Un tiempo libre que prefieres gastar por tu cuenta, como si todos los días de la semana me los comiera yo y ese fuera tu refugio para encontrarte en el espejo de lo que eres sin nadie. Pero si condenados estamos a sólo vernos unas horas de un fin de semana, y todas las demás son de tu propiedad ¿por qué ningún viernes me lo has podido dedicar?

Podrían decir los testigos de mi historia lo tonta que soy por dedicarle mi tiempo a alguien como tú. Invirtiendo mis horas y rogándole al reloj en mi soledad, que avance rápido y se consuma el tiempo que estoy castigada a pasar sin ti, sin apelación, sin modo de persuadirte. Jamás cambiarás, jamás me verán tomada de tu mano un viernes.

Sin embargo, me río a escondidas de ti. Un día como otros tantos, me agoté y no lo soporté más. Me asustó la posibilidad de ser pillada, pero son días tan irrelevantes a tus ojos que no te interesaste en preguntarme por mi creativo modo de entretenerme. Evitar mis preguntas era no hacérmelas a mí. Rehuyes exhausto cualquier contacto para que no te solicite una razón, que me señalas en libertad el camino para saciar mis anhelos más profundos de sentirme acompañada. Sin consecuencias ni necesidad de coartadas, ahora en secreto me reconfortan mis fechorías. ¡Una niña mala despertó y no la mandé a dormir a su habitación! Callada y satisfecha por las noches, se regocija entusiasmada por lo fácil que es engañarte. Tu desaparición inminente y tu predecible ausencia me aseguran el éxito para escaparme sin escrúpulos. Así ambos jugamos este patético juego de mediocres que nos destruye al ocultarnos nuestra mano.

Lo más triste, es que aún cuando libro victoriosa cada mentira, agito una bandera blanca a la luz de la luna en son de paz. Te pido una tregua para abandonar la falsedad de encuentros malgastados que quebrantan de a poco lo que una vez creí que fuimos. Una almohada mojada me enjuicia injustamente y el sol de la mañana despeja las dudas. No trascienden mis acciones y accedo a vivir un día a la semana contigo, aceptando el acuerdo que no recuerdo haber firmado, de que jamás te veré en viernes.

Qué fácil e inútil es engañarte...


jueves, 22 de mayo de 2014

Escribir para que te lean


Alguna vez un maestro de mi "Taller de Cuentos" dijo que uno escribe para ser leído, que si no planeabas compartir lo que escribías, se quedaba el proceso a la mitad.

Hoy trato de descifrar sus palabras y la intención del mensaje.

Escribir parece terapéutico cuando expresas lo que sientes. Un Diario, por ejemplo, cumple esa misión. Cuentas secretamente tus pensamiento y no esperas compartirlos, al menos no en la forma tan pura que pretende ser un diario. Arrojas las cosas como son para ti, sin filtros e incluso te perdonas una que otra falta de ortografía si es que la velocidad de tu mano retrasa la corriente caudalosa de ideas que brota de tu mente. Es personal e íntimo.

Por otro lado, si por escribir entendemos una construcción de relatos y aportaciones al mundo de las ideas, a la reflexión y al conocimiento, tal vez debamos repensar si es que pretendemos guardarlo para nosotros mismos. Percibo que escribir es inherente a comunicar, expresar y compartir. Es un mensaje escrito que debe ir a algún lado. Sería como hablar con una pared si descartamos a un lector. Incluso el lector replica cuando lee, no se queda callado y busca a su vez comentar con un allegado sobre lo que ha leído. Es un proceso de comunicación tan valioso, que no puede quebrantarse por miedo. Porque... ¿cuál es la razón por la nos quedamos lo que escribimos?

Escribir es un acto en el que te expones. Inevitablemente te das a conocer. Con suerte interpretarán acertadamente lo que has escrito, pero otras veces las personas querrán inventarse la mitad de lo que no has dicho. Estás un poco sometido al juicio del lector en toda tu vulnerabilidad. Puedes hacerlo enfadar o puedes hacerlo odiarte; puedes inspirarle admiración o hacerlo amarte. Lo peor que puede suceder es que no le provoques nada. Indiferencia total. Entonces sí tienes un problema, como en toda relación humana. Sólo recuerdas a las personas que de un modo u otro te sacudieron por dentro, las que no te tocaron, a esas las olvidas. Contactos intrascendentes que borra el tiempo.

Escribir requiere valentía. En tus palabras va tu esencia. Son tus ojos, tu corazón y tus emociones las que llenan esas páginas. Es tu interior asomándose al exterior.

Escribir es también apostar y tener fe en la humanidad, pues dedicas con devoción tu tiempo con la esperanza de que alguien lo leerá. Deja tú el efecto que tendrá en quien lo lea... ya es motivo de celebración si consigues que te lean. No es fácil que alguien se escape de su rutina o disponga de su valioso tiempo para leerte. Si conectas con el lector... eres afortunado.

Esa conexión tuya con otros seres humanos es la que asusta al escritor inexperimentado y quién sabe, puede que al experimentado también. Es parecido a conocer gente nueva y entablar una conversación con desconocidos, así se le parece el escribir para que te lean.

Es emocionante cuando descubres que una persona está ahí, al otro lado, leyendo lo que has escrito. Tal vez la estás tocando... tal vez tengan algo en común con qué identificarse mutuamente.

Tal vez nos estamos conociendo y dejando de ser extraños. Tal vez nos volvamos amigos. Tal vez.

Gracias por leer.

miércoles, 21 de mayo de 2014

La decepción


La decepción duele. ¿Ah poco no? Hemos hablado de que las expectativas traen consigo frustración. Me pregunto si también decepción. Esta sensación te jala abajo. Es como si una luz que has mantenido encendida en la oscuridad de la incertidumbre de repente se apagara por completo. Lo curioso es que una vez que te envuelves en lo oscuro de tu alrededor, ves todo con mayor claridad. Es un abrir los ojos aunque te inundas en el pesado negro del sentimiento.

La decepción surge tras darte cuenta de una verdad que mantenías guardada en la esperanza. Sí, es percatarte de la ilusión que mantenías a escondidas de la realidad. Te contabas cuentos de una mentira que sostenía tu creencia, pero cuando has podido mirarla bien, se desvanece tu imaginación y no te queda más que descubrir lo que siempre fue.

Duele, porque no fue lo que querías que fuera. Relacionado curiosamente con la expectativa. Lo que esperabas que fuera la explicación de lo que ocurría, no lo fue. Te decepcionas y debes manejar aquello que se te pone enfrente tal cual es. Esta revelación de la verdad te quita la venda de los ojos, te sacude inmediatamente y te tira al piso. Rompe en pedacitos un poco de ti y tienes que encontrar la forma de reconstruirte sin negar que has visto.

¿Qué haces luego de la decepción? Exige mucho de uno mismo no volver a pintar espejismos alrededor de los hechos. Justificar es lo que se antoja para consolarte, pero sería postergar el inevitable golpe de verdad que te espera, pues aún cuando nos aferremos a las ideas que nos sientan bien, lo cierto es que una mentira no dura para siempre. Puede crecer y adquirir dimensiones enormes, pero la verdad es tan poderosa que no se cubre eternamente y cualquier apertura, por pequeñita que sea, la encuentra para salir a la luz y mostrarse.

Decepcionarse tiene que ver con la forma en que esperábamos que la verdad se nos mostrara, la forma que le damos a nuestro gusto o incluso con lo que creemos que mejor nos acomoda. Lo cierto, es que en cuanto hacemos de la verdad una expectativa, el riesgo de sufrir una decepción es más fácil. Los hechos son lo que son. Tratar de entenderlos con explicaciones que nos reconfortan o favorecen, deriva en decepciones cuando no toman el rumbo que les damos. Las personas pueden decepcionarnos por no ser como podrían ser (según nosotros). La vida podría decepcionarnos por no fluir como nosotros quisiéramos.

Tal vez la decepción existe para recordarnos que no tenemos el control sobre nada, que lo mejor que podemos estimar es la aceptación y el cambio propio. Lo demás no cambiará, nosotros sí. Si de por sí ese cambio interior que tanto se promueve es difícil, ¿cómo nos atrevemos a exigirlo a los demás mientras nosotros sólo les miramos hacer el trabajo? Definitivamente por eso todo empieza por uno mismo, pedirlo hacia afuera, sería casi una utopía.

Si trabajamos en nosotros mismos, antes de mirar y esperar a que el resto suceda por casualidad, tal vez nos decepcionaríamos menos. Tal vez si aceptáramos los hechos como son, y elegimos qué hacer ante eso, pero desde lo que nosotros mismos podemos hacer con nosotros, podamos decepcionarnos menos.

Aunque siempre cabe la posibilidad de ser nosotros quienes nos causemos decepción.

Qué duro y qué difícil.

Quitar las expectativas de nosotros mismos y aceptarnos para ser nuestros aliados, y no nuestros jueces. Diría que se vale ser estricto, pero no condenador. Sólo teniéndonos de nuestro propio lado podremos contar con nosotros. Si ni siquiera nos tenemos a nosotros mismos para curar las decepciones... entonces, sí tenemos un feo problema.


martes, 20 de mayo de 2014

Un deseo te cumpliré


La luna me sorprendió de día. El sol se escondió tras una nube para dejarle lucirse cuando ya no debía. Mis ojos paralizados por la sorpresa le admiraron. Mi corazón se encontró con su silueta blanca a medio rellenar y le preguntó si era yo la razón de su fechoría. El desorden estelar me concedía un deseo desde anoche, que de tanto especular nunca pude formular. La luna se presentaba intrusa para otorgarme la última oportunidad de la fortuna de la oscuridad, esa que se le brinda a los soñadores y románticos que no dejan de mirar a las estrellas.

Impaciente, me preguntó qué deseaba. Guardé silencio una vez más. Mis pensamientos alborotados trataron de acertar acariciando mis necesidades, revisando mis anhelos y ahuyentando mis miedos. Un deseo mal elaborado podía significar la perdición y no la salvación. ¿Qué deseaba yo?

Mujer de treinta años que persigue sueños enormes por los que pocos apuestan. Mujer solitaria que se alimenta de historias que imagina en compañía. Trazos de carbón sobre hojas de papel que capturan percepciones. Horas gastadas en una sala oscura mirando películas. Mujer de nudos y desenlaces eternos. Innumerables recuerdos capaces de hostigar y dar consuelo. Ideas locas e incomprendidas que salen de su cabeza. Humor extraño difícil de interpretar y fácil de amar. Niñerías ocurrentes que salen a brillar y el peso abrumador de una adultez a medio desempolvar.

¿Qué podía desear yo? Comida tengo, casa y familia también. Amigos pocos, pero cada uno vale más que mil de ellos. Dinero, el suficiente. No tengo más ni quiero menos. ¿Amor? Podría ser que deseara amor. Un hombre que me acompañase en mis pasos. Una pareja romántica y realista, con una dosis de locura y de certeza. Un cómplice en mis travesuras y un guardián de mi esencia. Alguien libre que pudiera darme mi espacio, alguien devoto que pudiera darme uno a su lado. Alguien que hiciera que las charlas sobrepasaran el reloj y que hiciera un atinado uso de los silencios a nuestro favor. Escucha, atención, complementación... Una lista interminable comenzó a brotar de mi corazón.

La luna desvaneciéndose me sentenció. Quedaban segundos en caso de que me atreviera a hacer mi petición. En un suspiro ahogado pronuncié las sobras de un deseo arraigado. Entonces la luna desapareció y en un acto inmediato apareciste tú. ¿Quién eres? Te observé con cautela. Tenías la facha de un hombre salido del cuaderno garabateado de un niño de tres años. Un cuerpo sin moldear y un corazón que se transparentaba con el sol.

- Estás sin terminar - declaré decepcionaba.

- Igual que tu deseo.

Me resigné y miré al cielo. Sólo el sol me pilló y se guardó el secreto de mi frustración.  

lunes, 19 de mayo de 2014

Eduardo y sus canciones


La historia está compuesta por notas y palabras, canciones desde el inicio hasta el final. Por alguna razón que desconozco tenías un talento para encontrar una canción que le acompañara al momento que vivíamos. Ahora, cuando la nostalgia del pasado quiere apoderarse de mí, me acecha con música que me recuerda inevitablemente a ti. Escapar de tu recuerdo, es escapar de la música... casi imposible.

Nos conocimos en mi lugar de trabajo. En una junta a la que pocas ganas tenía de asistir. La clase de reuniones que se agendan por la tarde justo a la hora de salir. Es curioso que en el medio de la rutina laboral el consultor con quien había que hablar fuera el hombre que me hiciera suspirar.

Tu aparición en una de las fiestas de una convención, que organizan para despejarnos un rato fue el parte aguas. Ignoraba la existencia de "En un solo día" y como dicta la canción, tal parece que en un sólo baile nos entregamos la vida. Bailamos merengue y Cupido nos flechó. Sin bien conocernos, nos empezamos a extrañar cuando cada cual partió para su habitación en aquel hotel de Querétaro. La noche nos cautivó con su luna reflejada en la alberca. Simplemente pasó que el sentimiento venció las reglas que había y nos enamoró.

Tal vez no fue coincidencia encontrarme contigo, tal vez eso lo hizo el destino. Recuerdo cuando dormí en tu pecho y desperté con tus besos. Sabía que pronto estaríamos unidos. Extrañabas mi sonrisa traviesa y decías que vivía contigo. "Colgando en tus manos" me arrancaba sonrisas mientras viajabas a Fortín de las Flores y yo... te esperaba ansiosa aquí en el DF. No perdíamos la esperanza de hablar, queríamos beber de nosotros lo prohibido. Lo más genial: no nos dejamos caer.

Si acaso nuestro inicio tuvo sus tropezones al son de "Ya lo veía venir" y tu descaro encantador mezclado con mi desfachatez aterradora, nos tentó a besarnos en el coche un "Jueves". Desde entonces, abrías los ojos con el alma mojada y ganas de mí. Una ranita nos enseñó que no era malo lo que hacíamos sino lo que dejábamos ir. Una mañana nos decidimos a ser felices y cada beso era un beso "A labio dulce".

Las emociones eran superiores a nosotros. Un impulso que mantenías en mis oscuros ojos negros. La sonrisa que se dibujaba en tu cara, tenía que ver con la brisa que abanicaba mi mirada. Te rompía las entrañas, bebía del sudor que empaña el cristal de tu habitación. Loco te estabas volviendo y también yo, tanto "Como camarón". Y todavía sigo un sueño, muy real y muy profundo... que no le quiero olvidar.

Tú y yo éramos un remolino de emociones a flor de piel. Me contagiaste tus sueños y te creíste mis bromas. Tu "Poker face" producía la adrenalina para anticipar lo inesperado. El efecto de tu sarcasmo y humor agrio podían hacerme olvidar los malos ratos. Mi sentido del humor tan básico te hacía sonreír inevitablemente. Tus ganas de comer el mundo y ponerlo a tus pies, encendían mi voluntad de perseguir mis más locos sueños, creyendo que era posible materializarlos. Tu falta de filtros y mi exceso de prudencia se combinaban a la perfección. Vivíamos jugando y las reglas las hacíamos tú y yo.

¿Por qué se terminó? Lo supiste desde el inicio, apenas lo estoy entendiendo yo. Tal vez fui estúpida al dejarte ir. Sé que tenía mis problemas, pero tú también estabas hecho un desastre. Aún así pertenecíamos el uno al otro, entonces y siempre. Tú tienes un pedacito de mí, ¿sabes? y honestamente: "Mi vida apesta sin ti" (My life would suck without you).

domingo, 18 de mayo de 2014

Perder el tiempo

"... sólo podemos elegir qué hacer con el tiempo que se nos ha dado" 
Gandalf  (El señor de los anillos)

¿Qué será eso de perder el tiempo? Repetidamente advierten los sabios que no hay tiempo que perder y que la vida es demasiado corta como para malgastarlo.

Parece fácil determinar cuándo se está perdiendo el tiempo. Algunos dirían que basta con dejar de hacer lo que te disgusta para no estar perdiéndolo, pero a veces en el disgusto de la realización de una actividad también está la inversión y no la pérdida. Hay quien detesta estudiar y hacer tareas escolares, si hicieran lo que les place únicamente, dejarían de lado esta importante actividad en su formación. Por ende, la fascinación y simpatía por lo que uno hace no es el criterio para declarar que estás perdiendo el tiempo.

Al terminar una relación de años, algunas personas al mirar el pasado se desilusionan por lo mucho que le dedicaron para que al final ésta concluyera. En un primer acercamiento de dolor, se podrían decir a sí mismas que perdieron el tiempo, pues no recuperarán esos minutos que posiblemente hubieran podido dar a alguien más. Sin embargo, al reflexionarlo, se percatan de las lecciones adquiridas, las experiencias formativas y la remembranza de los instantes alegres que finalmente les dejaron un grato sabor de boca. Entonces... el tiempo tampoco parece haberse perdido.

¿Qué es perder el tiempo? Tal vez se refieran a negar realidades y lo que se ve. Por ejemplo, estar en una relación que de antemano sabes que no tiene sentido preservar. Encontrarte a lado de una persona con la que estás por el simple hecho de estar. Puede ser que suceda que ignores el destino, pues le has quitado todas las expectativas, y por eso la prisa no te persigue ni te obliga a fijar un punto de llegada a una hora determinada. Sin embargo, la plena consciencia de que esa persona no es para ti y tus ganas de permanecer ahí, pueden advertir una ligera posibilidad de pérdida de tiempo. Aunque a bien, si en la conciencia real de querer continuar ese vagar y no buscar a otra persona está tu serenidad real, tal vez se trate de una decisión distinta que no lleva implícitamente una pérdida de tiempo, pues habrá una desconocida retribución suficientemente valiosa para permanecer ahí... aún cuando se conduzca a la nada.

Esto contribuye a la incógnita. Reitero: ¿qué es perder el tiempo entonces? No hacer, no ser, no sentir, no vivir. Tal vez ahí radique en plenitud el concepto de pérdida de tiempo. Dejar que la vida te pase de largo sin atreverte a alzar la mano. Ignorar tu propia presencia y participación en esta vida. Negar tu existencia y arrebatarle su sentido. No se refieren quizás a las malas decisiones, a los errores y a los cambios de rumbos. Tal vez la advertencia sólo pretende que no se te olvide tener presente que cada segundo que te es concedido debe servirte para algo, poseer un significado. Tal vez perder el tiempo se refiera al olvido de vivir, a la tendencia común de evadirla y huir. Descifrar que en los excesos hay salidas fáciles que no te permiten empoderarte para resolver tus problemas; encontrar que en la huida no está la solución, y que la vida no puede más que mirarse a la cara con todos sus colores, sean los que sean. Tal vez sea una invitación a mantenerte esforzado en ser mejor y en hacer que cada segundo valga. Apreciar que los problemas y obstáculos son medios para la superación personal, para el crecimiento propio y que no deben desperdiciarse. Perder el tiempo sería rendirse y perderse de esos aprendizajes que cada pequeña cosa de la vida pretende regalarte. Sería desesperanzarse, sería cerrar los ojos, sería ahogarse... sería morir estando vivo.

Perder el tiempo es no vivir, es no atreverse, es no decidir. Es perderse a sí mismo...

Es casi como recibir un obsequio y devolverlo sin haberlo abierto.

No perdamos el tiempo.... vivamos. Vivamos.

viernes, 16 de mayo de 2014

El arte de saber preguntar


Este viernes es una genial oportunidad de salir a divertirse luego de una semana de mucho trabajo. Distraerse, divertirse y relajarse son los verbos que más se antojan este día. Junto con ellos, está la aventura de salir por la ciudad y con suerte, conocer gente nueva. Se trata de un día en el que todo podría pasar.

Conocer nuevas personas tiene su intríngulis. Sí, sobre todo si esas nuevas personas atraen tu atención y te causan cierto interés romántico. El reto es indagar sobre quién es y si está en la posibilidad de tener una relación contigo sin escucharte obvia y exponer tus intenciones. Puedes optar por las preguntas directas, pero se pierde el encanto del misterio y la coquetería.

Saber preguntar sin evidenciar es lo que hace interesante conocer nuevas personas. Por un instante puedes jugar al detective que requiere información fundamental y debe obtenerla sin despertar sospecha alguna que impida que te la compartan. Averiguar si alguien tiene una pareja en turno o qué actividades realiza depende de tus habilidades para preguntar, y más si lo que quieres es descifrar si te dice la verdad.

Dicen que una historia es plausible gracias a sus detalles. Al preguntar es importante buscarlos. En la medida en que acotes el tema y lo dirijas con creatividad, puedes entrar en terrenos que a menos que sea real la historia, quedarían expuestos por falta de congruencia. La imaginación de tu interlocutor puede ser sagaz y adelantarse a la creación de diferentes escenarios, pero si posees el arte de saber preguntar, encontrarás si es verdad o no lo que se te dice.

Esta comunicación fluye en ambos sentidos. La otra persona puede también preguntar asuntos tuyos. ¿Qué tanto quieres compartir? Debes tenerlo claro de antemano. Revertir la conversación cuando las preguntas te resulten incómodas será un escape sutil si lo dominas.

En las preguntas sencillas, se encuentra la información trascendental. Es divertido preguntar y conocer, más si has logrado "sacar la sopa" sin que derrames la tuya.

Anímate a hacer preguntas. Practica y atrévete a formularlas. También escucha qué tipo de preguntas te hacen. Las preguntas que hacemos hablan mucho sobre nosotros, así que aún cuando te toque contestar, sabrás de la otra persona, por el tipo de contenido que le interesa de ti.

Feliz Viernes

jueves, 15 de mayo de 2014

Feliz Día del Maestro México


Enseñar a quien no tiene curiosidad por aprender, es sembrar un campo sin ararlo. -- Richard Wately

El maestro llega, hasta donde el alumno quiere -- Lourdes Glez.


Maestro y alumno, un binomio del que he jugado en ambos lados. Como en toda relación, no importa cuánto se esfuerce uno, si el otro no cumple con su parte no avanzarán juntos.

A veces como alumnos tenemos la tendencia de desacreditar a un maestro cuando éste no resulta de nuestro agrado o cuando el contenido que trata de compartirnos nos es ingrato. El maestro, esperanzadamente, hará lo que esté en sus manos por acercarse a ti, pero no mitifiquemos la realidad. Si un alumno está dispuesto a no aprender y en su derecho ejerce su voluntad de ignorarte, lo que intentes sembrar no dará fruto. Como en toda interacción humana, algo podrás rescatar de la experiencia, poco o mucho, pero en definitiva, este proceso de enseñar y aprender, requiere de la participación de dos.

Precisamente en esa relación que nace entre dos personas ocurre lo que naturalmente florece cuando uno se comunica con el otro. Se ponen en juego emociones, miedos, prejuicios, creencias y expectativas que entorpecen o favorecen el entendimiento entre ellos. Hablamos de dos seres humanos que en un contexto escolar (ahí me centraré) procuran intercambiar lo que son en busca de un crecimiento, que aunque la jerarquía lo disfrace, es mutuo. Ambos crecen en esa situación, ambos se transforman. Ya lo mencionaba Feuerstein cuando refiere a la habilidad del "reconocimiento de la competencia del otro". En esta dinámica tanto el alumno como el maestro tienen algo que aportar al otro, y cuando se permiten mirarse con esos ojos, el intercambio es enriquecedor.

Claro que para que esto suceda, se requiere humildad por parte de ambos para aceptar que alguien puede dejar algo de sí en ti. A veces resulta más difícil para el maestro, que para el alumno, pues se espera de antemano que éste primero sea el dueño y señor de la sabiduría y conocimiento que impartirá. Él va a enseñar, no se pretende explícitamente que aprenda; pero precisamente en la comprensión de que el perfeccionamiento es un proceso personal constante e interminable, cada ocasión vale para reconocer que el otro, aunque sea tu alumno, tiene algo que puede aportar a tu crecimiento y a afianzarte en lo que eres.

Sucede que al ser seres humanos, nos olvidamos de que somos vulnerables y que conforme compartimos lo que somos a los demás, nos exponemos y damos a conocer nuestras aperturas y puntos débiles. Es normal que suceda entre más nos allegamos a una persona, y cuando te importa aprender más de lo que la teoría te dice, y diriges esa enseñanza y aprendizaje a los aspectos esenciales de la vida, te arriesgas incauto a un encuentro de almas en el que es fácil lastimarse, desafiarse, enojarse, encariñarse y apasionarse. Es esta relación entre maestro y alumno la que no olvidas aunque pasen los años. Esa relación en la que fuiste tú sinceramente, y en la que un maestro lo fue también para ti. No se trata de volverse camaradas, amigos u otro tipo de denominación, sino de mantener el status dimensionando que ninguno es superior al otro, sino que valen igual en su calidad de seres humanos, y esto implica comprender que en asuntos de educación, de todos algo puedes aprender.

Si se tiene la sabiduría para diferenciar los conflictos y dolores naturales del crecimiento sin tomarse a personal los remolinos emocionales que se provocan en el que está aprendiendo en ese momento, se puede gozar el ser maestro. Y si se tiene la sabiduría para superar el duelo de caer y levantarte en una mejor versión de ti mismo cuando resquebrajas lo que sabías y construyes con lo que ahora sabes, se puede gozar el ser alumno.

Finalmente, esta relación surge de una inquietud que todos tenemos: crecer. ¿Para qué hemos venido al mundo si no es para descubrir que la felicidad radica en el esfuerzo constante y en lo que vale la pena? No se da por sí misma. Las sonrisas y la sensación de estar vivo yace cuando mueves tus entrañas y enciendes el alma. Aprender es similar. Te transformas en lo que puedes ser y te perfeccionas, y esa sensación te hace brillar desde lo más profundo de ti.

Así que en este camino que todos andamos y en el que todos somos alumnos, agradezcamos hoy a quienes en su generosidad comparten, inspiran y tienen el valor para atreverse a ser maestros, con el recordatorio constante de que incluso ellos, tienen todavía mucho por aprender.

¡¡ Feliz Día del Maestro !!


miércoles, 14 de mayo de 2014

Divagaciones citadinas

Hay hechos que no entiendo. Si me ayudas a hacerlo, lo agradeceré. En la Ciudad de México tenemos un grave problema de tráfico, que además de ser inconsistente, es difícil de predecir. Por inconsistente, me refiero a que de un punto a otro, el tiempo del trayecto varía de acuerdo a la hora del día, sumándole o restándole quince minutos, pues no siempre es igual. Por difícil de predecir, me refiero a que si tus actividades del día incluyen un traslado, siempre debes salir con anticipación, pues lo usual es que algo suceda que no te permita llegar puntual, por eso la anticipación es parte cotidiana de aquellos que usan el automóvil.

Existen estrategias que unos se han inventado para mejorar el flujo del tráfico. Las horas críticas son aquellos minutos de la mañana en el que tanto adultos como niños salen a la calle. La mayoría de las familias están en el coche. ¿A cuál me refiero? La hora en la que adultos deben llegar a trabajar y niños deben llegar a la escuela. Para disminuir la histeria vial, se inventaron los camiones escolares. Así un grupo de niños es recogido desde su casa y llevado a la escuela logrando que los adultos no incluyan en su trayecto ese viaje. ¿Ha funcionado? Dejaré que ustedes lo decidan...

Camiones, metro, metrobús, taxis... todos ellos en la calle. Compartir el coche también ha sido otra estrategia. Digamos que si un vecino y tú van en la misma dirección, pueden compartir el vehículo y compartir el gasto de la gasolina. Puede ser molesto en cierto punto, pues dependes del otro y el otro de ti, pero funciona para algunos... ¿o no? Algunos han considerado que hacer más vialidades es la respuesta y se han construido "segundos pisos" por aquí y por allá. ¿Funciona? En algunos horarios (retomemos lo que decía sobre la inconsistencia vial) funciona. La desventaja: Cuesta. Cuando tienes el dinero no te hace mella pagar el privilegio; cuando lo que te rige es el recorte de gastos y "ajuste del cinturón" es inalcanzable.

La estrategia sobre la que hoy divago está relacionada con el mundo laboral. Es así: la tecnología supone que nos facilita la vida. Estamos tan accesibles unos de otros con el simple uso del "smartphone", que es sencillo contactarse. Por otro lado, el trabajo de oficina que se hace meramente en la computadora, sólo requeriría de una computadora que puede conectarse y establecerse en cualquier sitio. ¡¡Mi propuesta va en torno a la valoración de algunos puestos de trabajo que podrían ahorrarse salir de su casa!! Menos coches andando en la ciudad. ¡Viva el llamado Home Office! (Oficina en casa) Veamos, entiendo que hay juntas que deben hacerse, ¿pero es necesario que sean físicamente? Han inventado las Aulas Virtuales y sesiones que pueden hacerse vía internet. Considero que por ahí podrían reunirse las personas que necesiten tomar acuerdos y no salir de casa.

Trabajar desde casa requiere disciplina, es verdad. Los horarios se mantienen y debes darle seriedad a las cosas. De otro modo pasarías de la cama a la laptop sin bañarte y sacarte la pijama. Sin embargo, no es imposible. Y si prefieres salir de casa... vas al café o restaurante más cercano y ahí te conectas a la computadora. De cualquier modo, ese breve trayecto seguirá aportando a que las avenidas más concurridas sean más fluidas. ¿Por qué las empresas no apoyan el trabajo desde casa? Algunas empresas lo hacen y algunos días los dedican al Home Office. Esta práctica podría contagiarse más, sobre todo en estas fechas en que llegar a la oficina es una aventura que requiere de mucha paciencia. Hay obras interminables en las calles, baches que te impiden acelerar, lluvias que inundan, reducción de carriles, calles cerradas y uno que otro policía que entorpece más el tráfico en vez de ayudar.

Alguna vez escuché que uno de los principales eventos con los que están relacionados los ataques al corazón eran las horas del tráfico. Luego de un tráfico infernal con horas incontables en el coche, las personas derivaban en un ataque cardíaco. Me parece razonable. ¿Has notado la cantidad de estrés que esto te deja? ¡Es fatal!

Por eso, mientras se soluciona el problema... escuchemos canciones que nos gusten. Cantemos desmedidamente aunque nuestro canto carezca de afinación. Abusemos del celular con su altavoz y llamemos a las personas que puedan extraernos un poco de la desesperación de estar atascados en el coche. Busquemos compañía para ir platicando; es mejor un copiloto que converse a tener junto un asiento vacío. A veces el tráfico va tan, pero tan lento, que algunos osan sacar un libro y leer. No sé qué tan recomendable pueda ser por temas de seguridad... pero es casi tan tentador como bajarte del coche y estirarte un poco mientras los demás adelante de ti logran avanzar escasos metros.

Estas recomendaciones son un saber popular, ahora te aconsejo lo que no debes hacer. No tomes agua si emprendes un trayecto de este tipo. Te desgarrarán las ganas de ir al baño y no tendrás uno a la mano. No toques el claxón como monstruo salvaje histérico. Sabemos que algunos requieren este incentivo para darse cuenta de que pueden pasar si se avientan a hacerlo, pero vamos... el claxon desata la cólera colectiva. Mejor hagamos lo posible por inspirarle confianza a los demás conductores y promovamos la serenidad para que se percaten de las alternativas y conduzcan efectivamente.

El tráfico es el enemigo a vencer de los ciudadanos que se trasladan de un lugar a otro por las calles subidos en un transporte con ruedas. Si usas el metro y también el camión, eres parte de este grupo de guerreros. No nos dejemos vencer por las multitudes viajeras. Respiremos, respiremos, respiremos y volvamos a respirar.

Lo recomendable es que el tráfico sólo nos robe tiempo, no la vida. Busca atajos... y si los hallas... ¡no los comuniques! Si todos los usan, dejarán de serlo. ¿Ah poco no?

Calma y conduzcan con cuidado. Es mejor llegar tarde, a no llegar nunca; y mejor llegar tranquilos, que llegar a desquitarse con los que nos esperan.

martes, 13 de mayo de 2014

Un recuerdo de ti


Esta tarde, un cielo nublado hace de cómplice de mi humor. Hace un año que fue tu partida. Recuerdo ese amanecer en el que mamá exaltada abrió la puerta para anunciarnos tu repentina muerte. La noticia nos despertó de los sueños y nos golpeó el recordatorio de que la vida es finita. Abrimos los ojos con prisa, el sol apenas salía y en la oscuridad pedimos un breve espacio para llorar.

Hace un año que cerraste los ojos. Te marchaste en silencio y sin hacer ruido te colaste en nuestras meditaciones mientras rezábamos por ti. Sin hacer peticiones ni encargos, te fuiste como quien no debe nada. Rozaste con tus manos la tranquilidad del camino que te esperaba y andaste unos cuantos pasos hasta que la luz te rodeó, y te dejaste ir. Te despediste de este mundo y de nosotros. Te olvidaste de los dolores de esta vida, de las penas, de los momentos que pesan y se desgarran en el arrepentimiento. Te sacudiste lo que sobraba para tu viaje y encontraste la paz que siempre añoraste. En el final te concedieron la calma que luchaste y el descanso que te ganaste.

Lo que sucedió con nosotros fue lo natural. Lloramos, reflexionamos, rezamos y charlamos. Hablamos contigo en el secreto de nuestros corazones, donde esperanzadamente nos escuchabas aunque no estuvieras presente. Te confesamos nuestros sentimientos y arreglamos las deudas pendientes, por si acaso no habían sido saldadas. En el retraimiento nos encontramos con tu voz y resignados, te dijimos adiós.

Ha transcurrido un año desde aquellos diálogos silenciosos y en cada día has estado presente en el recuerdo. Basta con recrear los momentos a tu lado, que aunque pocos, son suficientes para sentirte de vuelta. A veces lamento no haberte abrazado más, a veces lamento no haberte dado más de mí. Supongo que el aprendizaje de aprovechar a nuestros seres queridos en vida lo comprendí tarde, pero a tiempo para corregir mis actuares de hoy hacia las personas que quiero. Me queda el consuelo de que las lecciones de la vida nunca se aprenden tarde... sólo a tiempo. Sólo hubiera preferido que fuera otro quien me regalara esta enseñanza, para poder reivindicarme contigo.

Hace un año... cómo pasa el tiempo. Te llevo con especial afecto en los pasos que doy, en las cosas que pinto y en las palabras que escribo. Después de todo, tu legado de artista corre por mi sangre. Tal vez no seamos un Picasso, Da Vinci o Velázquez, pero sin duda los pinceles se sienten como nuestras manos. Por ese obsequio que atesoro de tu recuerdo, en cada pincelada y en cada línea que trace con carbón, te agradezco por vivir como viviste, y abrirme las puertas del camino que hoy ando yo.

Gracias.

lunes, 12 de mayo de 2014

La brecha generacional


Son curiosos los hechos que te recuerdan que perteneces a otra generación. Adivino que estas diferencias han estado presentes en todas las épocas. Hay algo que diferencia el que tú tengas una edad y alguien tenga otra. Hace algunos años, el uso del pantalón en las mujeres podía ser ese diferenciador. El uso cotidiano de los pantalones de mezclilla también son otro ejemplo. Claro que hay hechos más trascendentales que marcan la transición de las generaciones, pero hay otros detalles que son visibles sólo si te percatas de ellos y se te presentan a la cara. Entonces dices: "Es otra generación".

La comunicación laboral te comparte una de esas diferencias generacionales. ¿Les ha sucedido que los jóvenes recién egresados en su mayoría son amantes de los correos electrónicos cuando se trata de contactar a otros? Prefieren escribir a ponerse en contacto vía telefónica. Mientras que los mayores, que han usado el teléfono para comunicarse prefieren hacerlo de viva voz. Para los más jóvenes, hay personas con las que simplemente no esperas hablar ni escucharlas. Mandas un correo y con eso te comunicas. Simple, fácil y asíncrono, entonces te quitas la imprudencia de interrumpir. Por otro lado, el teléfono te da la certeza en la recepción del mensaje, te permite evaluar la efectividad de lo que has dicho en los tonos y las pausas que usa tu interlocutor. Es más cercano, cálido y rápido. Sin embargo, es cuestión de generaciones. Aunque haya algunos que se adaptan, en una mayoría puedes apreciar esta tendencia. Por eso es tan relevante difundir todos tus datos de contacto: electrónicos y telefónicos. Al momento de pedir informes, nunca sabes a qué generación pertenece el que te quiere contactar.

Prestarse para la toma de una fotografía parece también un asunto generacional. Cuando la fotografía no era tan inmediata y ni tan accesible como hoy, las personas podían darse el lujo de evitarlas. No era parte de sus vidas. Me pregunto si los más jóvenes podrían vivir si les arrebatáramos la posibilidad de tomar fotografías. Ellos comunican sus vidas a través de las imágenes e importa tanto el mensaje, que no les preocupa cómo han salido en la foto. Hacen gestos poco favorables y no pierden horas en el salón de belleza para lucir apropiados para posar ante una cámara. Lo importante es obtener la foto. Para otras generaciones, la fotografía es un asunto de técnica y planeación. No saltan a la situación embarazosa con una cámara en mano. El criterio para hacer una fotografía varía y se la piensan más antes de salir en una.

Es curioso percatarse de esos asuntos pequeños en los que diferenciamos una generación de otra. Ejemplos así hay varios y en toda la historia te los has de encontrar. Es la evidencia que tenemos de que el mundo está en constante cambio, y que en definitiva, la única cosa que no va cambiar: es que siempre va a cambiar.

Así es el mundo. Así que fluye y diviértete descubriendo el fragmento histórico que te ha tocado vivir.

domingo, 11 de mayo de 2014

¿Qué duele más?

El dolor es una experiencia sensorial y emocional (subjetiva), generalmente desagradable, que pueden experimentar todos aquellos seres vivos que disponen de un sistema nervioso central. Es una experiencia asociada a una lesión tisular o expresada como si ésta existiera.  
El dolor. Wikipedia. Recuperado en http://es.wikipedia.org/wiki/Dolor con fecha de 11 de mayo de 2014


En una tarde cualquiera, debatimos consumidos por el placer de divagar. Les comparto la interesante interrogante que fue ¿Qué duele más físicamente? Es importante acotar que abordaré el dolor físico, pues aunque se liga con el emocional, el asunto es desenredar el misterio del dolor que nos provoca nuestro cuerpo cuando se hace escuchar y nos hace gritar o llorar.

En primer instancia, los dolores más comunes saltan a la lista y se apresuran en competir por cuál será el que más duele. Se enfilan orgullosos los dolores de oído, de muelas, de estómago, fracturas, de cabeza, el parto, menstruación, cálculos renales y suturas sin anestesia. El galardón a qué duele exige una primer criterio: ¿se le podría premiar a un dolor que se produce por una actividad para la que el cuerpo en sí está diseñado? Me explico. Referirse a una fractura expuesta implica un incidente clave para que esto ocurriera. No es que los huesos naturalmente posen para nosotros en esta presentación. La normalidad se interrumpe y sucede. Sin embargo, cuando se habla del dolor del parto, nos referimos a un suceso que el cuerpo de la mujer debe enfrentar para dar a luz. Incluso el dolor que se siente podría mitigarse a través de respiraciones controladas y relajadas. Podríamos objetar que respirando el dolor disminuye. Pero entonces: ¿la persona con fractura expuesta, también tendría la posibilidad de respirar y sentir alivio? Por ende, aceptaremos en el debate los dolores relacionados a la vivencia de la femeneidad.

El siguiente problema en esta divagación, ocurre cuando el criterio de comparación entre estos dolores no puede ser valorado por ambos sexos. Entendamos que para saber qué duele más, tendrías que haberlo experimentado en carne propia alguna vez. Imaginar el dolor que se siente no sería justo si se trata de clasificar el mayor dolor. Por consiguiente, tendríamos que basarnos únicamente en las experiencias ajenas y sobre eso determinarlo. Nuevamente caeríamos en una subjetividad. Si una mujer madre de familia ha sabido relajarse y su umbral del dolor le permite tener un parto de aquellos que muchas envidiarían, probablemente indicaría que duele más una muela del juicio que emerge desviada y dispuesta a empujar a las demás muelas. Por ende, el referente es subjetivo. Entonces, sólo podríamos hablar de generalizaciones o casos particulares.

Los ánimos se calentaron en este ir y venir de argumentos y contra argumentos. Y tal vez tú ya has iniciado una discusión sobre este tema si es que algo has querido objetar; o tal vez estés de acuerdo. Como podrás sospechar este tema aparentemente sencillo puede ser bastante polémico. Entonces, lo mejor fue darle un giro a la conversación. Mantengámonos con el tema del dolor, pero apostemos a ver quién posee mejores experiencias e intensas que valgan la pena denominarte como experto del dolor.

Pues bien, te sorprenderían las anécdotas que surgen de esta idea, pues si se trata de competir por quién sabe más del dolor, todo tipo de accidentes pueden contarse. Por ejemplo, un amigo que decidió usar el hielo seco para congelarse un área de su brazo. Se congeló a tal grado, que todos sabemos lo que ocurre cuando un golpe atinado da con un miembro congelado. Al parecer éste lo ignoraba, y cuando abrió la puerta de la enfermería, en su falta de agilidad, con la perilla se golpeó y tuvo que despedirse de un pedazo de su piel. Sí, aquí es cuando uno agradece ver películas como Límite Vertical, Los piratas del Caribe y otras tantas, que demuestran el efecto del hielo en tu cuerpo y qué tan fácil es romperlo en esas condiciones.

Una experiencia muy usual es que te suturen sin anestesia. Varios son los casos que se cuentan de esto. ¿Por qué? Lo ignoro, pero de que ocurre... ocurre. Entonces, quienes han experimentado este tipo de dolor, lo cuentan o como la mejor hazaña de valentía que tienen en su historial o como la desagracia más indigna que han atravesado. Otros dolores sorprendentes y más frecuentes son las migrañas. Pueden jugar con tu visión y tu equilibrio. Sientes la cabeza en explosión y la sensación de dominio de tu cuerpo.

Lo interesante en estas experiencias es reflexionar: ¿cuántos tipos de dolores te han ocurrido? ¿Qué tanto has vivido el dolor? Puedes incluir o no los comunes como: raspaduras, pellizcos, quemaduras, torceduras, cortadas, golpes al caer... pero enlistando aquellos que te inmovilizan o te hacen sudar: ¿a cuántos asciende tu listado? Te doy ideas: colitis, apendicitis, otitis, fracturas, dislocaciones, suturas, partos, migrañas, , cólicos, entre otros.  ¿Has sentido algunos de ellos o todos?

Es divertido contarlos y compararlos con tus amigos. La experiencia del dolor nos hace fuertes, y descubres que (omitiendo los dolores relacionados a la mujer -- ¿me entienden cuáles?) pueden ser consecuencia de la falta del cuidado propio. Algunos podríamos haberlos prevenido de ponernos más atención. Como quiera que sea, elegir cuál duele más, considero que tendrá que ver con la percepción y experiencia de cada quien. 

Y quién sabe, tal vez puedas ser de esos afortunados cuyo cuerpo no tiene nada qué reclamar, y ni te enteres de lo que te estoy hablando hoy.   

sábado, 10 de mayo de 2014

Feliz Día de las Madres, México

Una madre es una persona que al ver que sólo quedan cuatro trozos de tarta de chocolate habiendo cinco personas, es la primera en decir que nunca le ha gustado el chocolate. ---- Anónimo
(Frases. Recuperado en http://diadelamadre.yaia.com/frases.html el 10 de Mayo 2014)


Mamás. Desde la perspectiva más rosa que se puede abordar este asunto, diría yo que las madres son la inspiración de los hijos pequeños, su guía y la primera evidencia que reciben de la existencia del amor. Las mamás son quienes te recuerdan las reglas y a quienes desafías constantemente en la adolescencia, son las perfectas contrincantes para las peleas con las hijas. Las mamás son las personas con las que haces las pases una vez que has atravesado las trincheras de la ebullición hormonal; cuando las aguas se calman las miras no como rivales, sino como compañeras a las que agradeces la vida. Y si eres mujer y has hecho tu propia familia, descubres los secretos que ocultan las mamás al experimentar en carne propia lo que callan en cada paso que das mientras creces.

Me imagino que ser madre (puesto que no lo soy y sólo he sido testigo de ello) no es un trabajo fácil. Públicamente se habla de lo mucho que hacen por los hijos y que, típicamente, no se les reconoce. También se habla del trabajo físico que implica desempeñar su papel. Dedicarse a esta vocación requiere sudor, fuerza, energía, lágrimas, sonrisas, sacrificio y amor. Aunque no diría que todas las mamás están dispuestas a dar lo que esto requiere, al menos a todas les podemos reconocer su participación, entrega y dolor, al darle vida a un ser humano; y a otras el reconocimiento de decir "SÍ" y abrir su corazón para dar entrada completa a sus vidas a otra persona.

Hoy aprecio la maternidad no como hacía cuando iba al colegio y cantaba canciones organizadas por la maestra del salón de clases. Miro con ojos de adulta la situación, especulando si un día me sucederá. Amigas mías muy cercanas y entrañables son mamás hoy, y miro en sus rostros la ilusión y compromiso que han adquirido. En la realidad, como parte del proyecto que puede tener una mujer, elegir ser madre es una decisión generosa y determinante, de la que no hay vuelta atrás. Tus acciones serán puestas en prueba bajo la lupa del amor incondicional y desinteresado, y nadie premiará tu desempeño ni serás relevada si quieres claudicar. Es para siempre. Los hijos encienden el alma de sus madres y viceversa. La relación que se construye aportará a la comprensión de la vida y ofrecerá herramientas para vivir.

La figura de la madre tiene un poder e impacto en los hijos, que escasas veces iguala un padre. Incluso es por causa de las mamás que familias de varias generaciones permanecen unidas. El poder que poseen va más allá de lo que a simple vista apreciamos, y los hijos son quienes lo otorgan a partir del significado de la relación que mantienen con ella. Las mamás pueden dar libertad o arrebatarla, pueden construir o destruir, pueden unir o dividir, sobre proteger o descuidar, estimular o coartar. Es tan frágil y delgada la línea, que el amor ciego impide que lo notes. La culpa o la soberbia se esconden detrás calificando las decisiones maternales, y sea cual sea el resultado, como todo en la vida, aprendes que los errores son parte de la misma, y que nada puedes hacer para evitarlos. Te vas a equivocar... lo que sigue es tener humildad para aceptarlo y fortaleza para levantarte y avanzar.

Ser madre podría parecer una elección de locos. Tanto revoltijo es mejor pasarlo sin ver.

Sin embargo, también se convierte en el trabajo mejor remunerado, pues tantas implicaciones personales tiene, que el crecimiento y los aprendizajes trascendentales que enriquecen la existencia radican precisamente ahí. Aprendes a amar, y es eso lo más profundo que existe en la relación entre dos personas. Amar, en todo lo que cobija esta palabra. Aprendes a perdonar, a escuchar y a ser paciente. Aprendes que tus palabras repercuten en el ánimo del que está ahí presente contigo y te responsabilizas de ello. Aprendes que eres vulnerable y fuerte a la vez, que tu debilidad puedes vencerla. Todo para que en cada final del día te duermas con la certeza de que a la mañana siguiente, la vida estará exigiendo más de ti.

Ser mamá, verdaderamente serlo, no te dejará estar cómoda nunca, y esto deriva en un crecimiento constante. En el momento en que una persona se postra en el regazo de la comodidad y la seguridad, deja de reinventarse y transformarse. Ser mamá no te permite descanso. Por ello, mi entera admiración a las mujeres que han tomado este camino, porque si lo aprovechan, no decaen y lo más importante: lo disfrutan hasta el final, encontrarán lo maravilloso y envidiable que es SER MADRE;  que además es un tierno secreto que sólo comparten aquellas que lo son, pues sólo siéndolo se descifra bien.

¡¡Feliz Día de las Madres!! 



... y felicidades a mi mamá, por ser una mujer que siempre perseveró en serlo. Gracias por hacer de mí lo que soy hoy, respetando y preservando lo que siempre fui. Gracias por proteger mi esencia desde que nací y por la felicidad que irradiaste cuando nos vimos por primera vez. Desde mi corazón que siempre amas, yo te amo siempre a ti.



viernes, 9 de mayo de 2014

Jamás en viernes


Ella le llamó en viernes. Él no contestó. Sabía con certeza que no lo haría, pero lo intentó. Dejó su taza de café sobre la mesa y aspiró su aroma reconfortante. La mañana le antojaba un desayuno fuera de casa, pero la falta de compañía le acorralaba en su casa. Tal vez si se buscara un empleo o se inscribiera en un gimnasio tendría algo en qué ocupar su cabeza. Sin embargo, se conformaba con la presencia de un perro que se echaba a sus pies, haragán y despreocupado.

Al rato ella se dedicó a mirar televisión. Un programa cómico le hizo reír a carcajadas al recordarle una anécdota vivida con él. Quiso compartírsela enviándole un mensaje de texto al celular. Tal vez alegrara su día con aquel gesto. Siguió mirando la pantalla. Pasaron los minutos y él no le devolvió el mensaje.

Así solía gastarse los viernes. Era curioso que el resto de la semana pudiera contar con él. Todos los días, excepto en viernes, tenían contacto. Incluso entre semana, cuando él volvía de trabajar, no importaba que al día siguiente tuviera que despertar temprano para marcharse a la oficina. Él podía desvelarse escuchándola hablar acerca de su aburrido día. Le ponía al tanto de los chismes de la vecina, la impuntualidad del joven que lleva el correo, la alza de los precios de la despensa y los gritos, que a diario se escuchaban, del bebé desconsolado de una madre primeriza. Todas las nimiedades de la calle en que vivían, se los decía sin faltar detalle.

Los viernes eran caso especial. No volvía a casa durante la noche. No atendía el teléfono, ni daba aviso de dónde iba a estar. La vecina intrigosa le sembraba la idea de un evidente engaño. No era posible que un hombre con obligaciones desapareciera de ese modo. ¿A dónde iba? Alguna vez se atrevió a discar el número de su oficina. En vano, una recepcionista contestó indicándole que estaría en juntas de trabajo todo el día, que era inútil localizarlo, y le recomendó buscarle en su celular. Aquello era imposible. Lo sabía bien.

A la hora de la comida, ella se dispuso a preparar cualquier cosa. Arroz con huevo le parecía bien. Algunas tortillas para acompañar su alimento y una jarra con agua de jamaica. Sus amigas de la infancia le buscaron para invitarle a salir en la noche. Conscientes de la situación, le convencían de hacer lo mismo.

- Si él no regresa, ¿por qué lo esperas?

Comenzaba a molestarle el interrogatorio que no podía contestar sin ser juzgada de tonta. Ignoraba qué hacía él los viernes. ¿Era trabajo? ¿Era su familia? ¿Eran sus amigos? ¿Era otra mujer? Él siempre aseguró amarle incondicionalmente. La idea de infidelidad siempre la negaba y le atiborraba de besos inocentes para calmar sus dudas. Ella le creía, desconocía si por convicción o por falta de alternativas.

Aquella tarde se dedicó a limpiar la casa un poco. Hizo los deberes del hogar y quiso lavar la ropa sucia acumulada en la semana. Luego la dobló lista para guardarse en el armario. Mientras acomodaba unas blusas y unos pantalones, encontró sus vestidos de noche, esos que usaba cuando al inicio él la invitaba a bailar. Noches invertidas en paseos nocturnos por la ciudad, bebiendo alcohol y olvidándose de las responsabilidades. ¿Cuándo fue la última vez que lo hizo? Lo meditó un momento y se tiró en la cama abatida. Hacía más de un año que no lo veía en viernes. Le esperaba tontamente, nunca tenía noticias suyas. Nunca contestó a sus preguntas. Se escondía invariablemente y le huía a ella. La existencia de un incomunicable secreto y la falta de una merecida mentira a la cual aferrarse para fingir normalidad le desgarraron el alma. Evasivas y desapariciones. Se sintió terrible y soltó en llanto desesperado. ¿Qué pretendía ese hombre?

Ella buscó a sus amigas y por primera vez accedió a salir con ellas. Se vistió coqueta y se maquilló el rostro. Pintó sus labios de rojo y sombreó de gris sus párpados. Sus vestidos revivieron en una imagen renovada de seducción y fatalidad. Se sintió poderosa y hermosa. Animada por el recuerdo y el coraje, tomó su bolsa del perchero y se encaminó a la puerta. Sus amigas le esperaban afuera en un automóvil. Sus pasos decididos hacían sonar sus tacones contra el suelo. Al salir de casa, pisó el adoquín colocado a lo largo de un jardín que floreaba en plena primavera. Un camino se abrió para ella. Lo cruzó elegantemente y con fuerza. Una noche de aventura y diversión le esperaban. ¿Y si acaso vuelve y no me encuentra? Se marchó con esa idea amartillándole la mente, mientras el auto avanzaba hacia el centro de la ciudad.

La casa quedó vacía. La vecina intrigosa tocó al timbre y nadie le abrió. Ella asomó su mirada a través de las ventanas buscándole. Las luces apagadas y el televisor también. No había nadie ahí adentro. Se retiró y siguió con lo suyo, buscando a alguien más a quien molestar.

Las siguientes noches de viernes la casa siempre estuvo sola. ¿Dónde estaba ella? Tal vez con sus amigas en un bar. ¿Dónde estaba él? Eso, nunca nadie lo supo y nunca se enteró de que ella tampoco estaba ahí.

jueves, 8 de mayo de 2014

¿Qué es lo peor que podría pasar?


Una entrevista de trabajo no tiene por qué despertar una crisis personal. Los nervios se presentan, pero si respiras consciente del aire que inhalas y expiras los puedes dominar. La entrevista no es más que una serie de preguntas a contestar sobre un tema que supuestamente sabes a la perfección: tú.

Sin embargo, ir a una entrevista de trabajo supone un evento relevante en la vida. Se presenta como la oportunidad de cambio y de crecimiento. De antemano preparas lo que podrían preguntarte, ejercitas ese apretón de mano con tus amigos, simulas que te entrevistan, buscas la ropa adecuada que proyecte profesionalismo (peinado, maquillaje, corbatas -- según el caso, etc) y buscas las rutas que mejor te quedan para llegar puntual a la cita. La entrevista de trabajo es esencial para dar una correcta impresión de tus competencias (habilidades, actitudes, conocimientos) Contra reloj debes sorprender y causar admiración en el entrevistador. Haces un repaso de tus modales, repasas tus logros académicos y experiencia profesional y armas discursos que te permitan convencer que el puesto fue hecho para que sólo tú lo desempeñaras.

Hay inconvenientes de sabiduría popular que debes anticipar. El tráfico es uno de ellos. Nunca sabes a quién se le va a ocurrir chocar ese día, pero con tiempo y un buen mapa de rutas alternas puedes salir bien librado. Los asuntos de los automóviles acechan. Quedarte sin gasolina, llantas ponchadas, calles cerradas por obras, baches y obstáculos en el camino; que de algún modo puedes librar.

¿Qué es lo que no puedes anticipar en la asistencia a una entrevista de trabajo? La naturaleza.

Por ejemplo hoy, que a la tierra se le ocurrió temblar. Imagínate que tu destino es Santa Fe. Tu punto de partida es el Norte, a una altura aproximada de Satélite. (Una hora de traslado con tráfico ligero) Hoy precisamente un camión se voltea en el camino y hace que las autoridades viales reduzcan los carriles. Consecuencia: tráfico pesado. Podrías haber tomado la carretera, pero entre tu falta de maestría para ese trayecto y la falta de recursos económicos, prefieres apostar a la estrategia de "salir con tiempo". Aunque no te sorprende, te preocupas: estás avanzando a vuelta de rueda y el tiempo que habías anticipado para llegar se acorta. El reloj te presiona con su andar. La gente además maneja con cautela extrema y a veces paranoica. ¿Por qué? ¡¡Porque está lloviendo también!! Pavimento empapado y lentas reacciones de los conductores. ¿Qué haces? La hora de la cita está por marcarse en el reloj. ¡Llamas! Claro, porque eres cortés y es buen detalle avisar a la persona a quien verás, para explicarle de tu posible retraso, pues han ocurrido una barbaridad de acontecimientos que no te permiten llegar hasta su oficina. La persona comprende. Te esperará. Los nervios florecen, pero te calmas respirando. Miras el tráfico desde tu asiento, y adelantas la vista unos coches más allá. El semáforo está en rojo y algunos se han quedado atravesados a la mitad de la calle cuando se ha puesto el verde para ti, estorbando descaradamente. Por qué.... por qué...

Se ordenan los coches y avanzas otra vez. Estás a escasos minutos de lograrlo. Con suerte sólo llegarás siete minutos tarde, porque gracias a que has anticipado el percance vial, y has salido con más tiempo del que necesitarías te has ganado un margen para salir airosa. Enciendes el radio, tal vez te has asustado más de la cuenta. Llegarás a tu destino. Sin embargo, descubres que has cantado victoria muy rápido... En el radio, que has estado escuchando para seguir el informe vial del accidente, se interrumpe la transmisión. Empieza a sonar una alarma y por un instante crees que han tomado la radio o has captado una señal misteriosa proveniente del inframundo. Luego de unos segundos se escucha una voz diciendo: Alarma sísmica, y los tonos intermitentes continúan. Miras a tu alrededor, nadie está asustado y la vida sigue su curso normal. ¡Te están engañando! Sigues avanzando, todos lo hacen. ¿Debieras detenerte? Nadie lo hace. Avanzas sin pisar demasiado el acelerador. No vaya a ser que te tambalees y choques al pobre incauto de a lado, que tiene cara sonriente y no se percata de nada. Tal vez te están tomando el pelo o tal vez has recibido una señal privilegiada a la que deberías prestarle atención y actuar rápidamente. ¡Es el apocalipsis y tú puedes salvarte!

Decides avanzar. Conforme te adentras a la zona empresarial, aprecias grupos de personas concentrados en la banqueta y marcando números en sus celulares. Han evacuado. Confirmas que sí tembló. Tu camino se ve interceptado por decenas de personas que ahora esperan en la calle a que se les indique que pueden volver a sus escritorios. Mientras tanto, entorpecen la vialidad pues captan la atención de los demás automovilistas. Maldices un poco en tu cabeza, y suspiras. ¡Llamar, hay que volver a llamar para avisarle! Lo olvidas, los teléfonos no funcionan luego de un sismo. Suerte que sabe de tu retraso, al menos recibió noticias de que estás en camino... aunque ignoras la hora a la que llegaras.

Sigues avanzando, tan lento, que la desesperanza se apodera de tus nervios y los aniquila. Ahora eres presa del desánimo. ¿Llegarás? ¿Te esperarán? El tiempo pasa lentamente... avanzas... miras el reloj... avanzas... al fin consigues llegar. Cuando entras en el edificio te sorprende otra noticia: No te permiten el acceso. ¿La razón? No están autorizando la entrada a visitas hasta que se regularicen los servicios de seguridad de la entrada y los elevadores. ¡Ruegas que anuncien tu llegada!.... y no te lo conceden. Tienes que esperar. Invocas los poderes del universo para que suertudamente te sigan esperando y no impacte lo ocurrido en tu entrevista. Tu celular suena. ¿Quién será? No es de la empresa. Tu celular te advierte la entrada de varios mensajes de amigos y familiares preguntando por tu estado. ¿Tu estado? Crisis nerviosa, no por el temblor, sino por la entrevista. Empiezas a contestarles cuando el policía te permite entrar. Te indica que el acceso será por las escaleras de servicio. No te importa. Estás decidida a caminar. ¿Cómo saber cuándo detenerte? El policía te pregunta el número de piso al que te diriges. Contestas que al PH (penthouse) Se ríe un poco de ti. Eso es hasta arriba. Ocho pisos...

Ocho pisos en la escalera. Portas tacones incómodos que nunca te pones para variar. Los intentos de calmar tu respiración fueron inútiles. Ahora estás agitada por el esfuerzo de subir los ocho pisos de lámina que se burlan de tu suerte. Tu peinado, pulcritud e imagen perfecta se han arruinado por el sudor que te causa el ejercicio. No puedes respirar con el corazón latiendo a mil por hora. Te detienes recargándote contra una pared. Tus piernas arden, y apenas has subido cinco pisos.

Un milagro es lo que debió hacerte llegar al PH. ¡Lo conseguiste, estás ahí! Tu aspecto es un poco desalineado. La gente sólo habla del temblor y los que te ven pasar creen que el susto te mantiene agitada. No es eso, tú lo sabes, tu condición física te defraudó en las escaleras. La persona que te espera sale a tu encuentro y te ofrece un vaso con agua. Lo aceptas. En tu plan previo no lo hubieras aceptado para evitar lamentaciones por si los nervios te hacían derramarlo. Esta vez rompes la regla, pues es lo único que te ayudará a recuperarte.

Te sientas en la silla y te echas un vistazo fugaz. La humedad arruinó tu cabello alaciado cuya naturaleza es de tipo esponjado-rebelde. Has transpirado por toda tu ropa. Tu maquillaje está al borde del colapso. Respiras, es lo único que te queda. Te percatas de que todos permanecen distraídos por el temblor. Para suerte tuya, el retraso es irrelevante. Miras a la entrevistadora. Te sonríe y le sonríes de vuelta. Las preguntas comienzan para ti.

miércoles, 7 de mayo de 2014

¿Puedes guardar mi secreto?

Two can keep a secret if one of them is dead  ---  The Pierces  (Pretty Little Liars Song)
Dos pueden guardar un secreto si uno de ellos está muerto.

Antojadizos secretos. Morbo y cotilleo. Se dice que si tú no eres capaz de quedarte algo para ti mismo, no esperes que alguien más sea capaz de guardarlo, pues ni el primer responsable, que eras tú, consiguió callar.

Lo que vivimos extramuros a la vida pública se antoja. La privacidad oculta verdades que se desconocen a la luz de lo que abiertamente exponemos a los demás. No es malo ni bueno, sólo es. Tener secretos resulta sano si no pretendes que todas las personas a tu alrededor participen activamente con opiniones sobre tu comportamiento. No todos los juicios son favorables, empáticos y dimensionados consecuentemente. Algunos exageran los hechos, alimentan las rivalidades y demeritan las acciones. La exposición a los ojos de la humanidad no siempre albergará el tesoro que por sí mismo resguarda lo que se comparte. No todos le comprenderán y ahí se tergiversa. Por ello, los secretos son parte de la vida misma. Necesitan existir para protegernos y salvaguardar lo que sabemos que en manos incorrectas perderá su esencia. Aunque también existen para ocultarnos y servirnos a la complicidad de nuestros errores y fechorías.

Todos guardamos un secreto. Lo que para ti puede merecer mantenerse ajeno a los demás, puede resultar de poca o mayor importancia otros. ¿Qué hace que un secreto exista? La luz del escaparate atrae la atención. Revelar es compartir, difundir, hacer de un asunto propio un asunto de todos. Lo que suele mantenerse en secreto es lo que nos avergüenza, lo que no cumple con las reglas de la moralidad, lo que es íntimo o por lo que no juzgarían. Sin embargo, no todos los secretos atentan contra lo legítimo. Algunas ocasiones de pena y dolor las callamos. Como las parejas que han concebido un hijo y no lo cuentan abiertamente hasta pasar tres meses de transcurrido el embarazo. Como las buenas noticias en curso, que hasta no tenerlas aseguradas las compartimos. ¿Habrá detrás de estos secretos un miedo a caer públicamente? El miedo a exponer la vulnerabilidad propia del ser humano puede ser la fuente de muchos de los secretos que guardamos.

Los secretos nos cobijan a su manera. Sin ellos la evidencia de nuestra cotidinaeidad estaría expuesta y podría ser utilizada para los fines que convengan a los interesados, tanto positivos como negativos. Guardamos secretos en favor nuestro y algunos los confiamos a nuestros allegados. Supongo que la complicidad es natural, sea para encontrar un testigo, una opinión, un juicio o un apoyo, algunos secretos pasan de ser nuestros a ser de otros también. Finalmente, es decisión nuestra, lo lamentemos o no al final.

Como sea que resultase, la vida de un secreto suele ser breve y con fecha de caducidad. A menos que se tenga la voluntad y el esfuerzo constante de mantenerlo así. Evitar las tentaciones y dominar las ansiedades es parte de este propósito. Comunicar está al alcance de todos y seduce al que tiene un secreto. ¿Puedes guardar uno? Desafíate a ti mismo quedándote uno para ti mismo. No cualquier cosa que simplemente no dirías porque no se te da la gana. No... desafíate callándote un secreto de verdad. Uno jugoso, uno que te saborees en el paladar, uno que sinceramente convenga que calles y que al mismo tiempo, mueras por contar.

Rétate a guardarlo. Si lo consigues, serás dueño de un secreto real y sentirás el poder que eso te otorga.