Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
martes, 20 de mayo de 2014
Un deseo te cumpliré
La luna me sorprendió de día. El sol se escondió tras una nube para dejarle lucirse cuando ya no debía. Mis ojos paralizados por la sorpresa le admiraron. Mi corazón se encontró con su silueta blanca a medio rellenar y le preguntó si era yo la razón de su fechoría. El desorden estelar me concedía un deseo desde anoche, que de tanto especular nunca pude formular. La luna se presentaba intrusa para otorgarme la última oportunidad de la fortuna de la oscuridad, esa que se le brinda a los soñadores y románticos que no dejan de mirar a las estrellas.
Impaciente, me preguntó qué deseaba. Guardé silencio una vez más. Mis pensamientos alborotados trataron de acertar acariciando mis necesidades, revisando mis anhelos y ahuyentando mis miedos. Un deseo mal elaborado podía significar la perdición y no la salvación. ¿Qué deseaba yo?
Mujer de treinta años que persigue sueños enormes por los que pocos apuestan. Mujer solitaria que se alimenta de historias que imagina en compañía. Trazos de carbón sobre hojas de papel que capturan percepciones. Horas gastadas en una sala oscura mirando películas. Mujer de nudos y desenlaces eternos. Innumerables recuerdos capaces de hostigar y dar consuelo. Ideas locas e incomprendidas que salen de su cabeza. Humor extraño difícil de interpretar y fácil de amar. Niñerías ocurrentes que salen a brillar y el peso abrumador de una adultez a medio desempolvar.
¿Qué podía desear yo? Comida tengo, casa y familia también. Amigos pocos, pero cada uno vale más que mil de ellos. Dinero, el suficiente. No tengo más ni quiero menos. ¿Amor? Podría ser que deseara amor. Un hombre que me acompañase en mis pasos. Una pareja romántica y realista, con una dosis de locura y de certeza. Un cómplice en mis travesuras y un guardián de mi esencia. Alguien libre que pudiera darme mi espacio, alguien devoto que pudiera darme uno a su lado. Alguien que hiciera que las charlas sobrepasaran el reloj y que hiciera un atinado uso de los silencios a nuestro favor. Escucha, atención, complementación... Una lista interminable comenzó a brotar de mi corazón.
La luna desvaneciéndose me sentenció. Quedaban segundos en caso de que me atreviera a hacer mi petición. En un suspiro ahogado pronuncié las sobras de un deseo arraigado. Entonces la luna desapareció y en un acto inmediato apareciste tú. ¿Quién eres? Te observé con cautela. Tenías la facha de un hombre salido del cuaderno garabateado de un niño de tres años. Un cuerpo sin moldear y un corazón que se transparentaba con el sol.
- Estás sin terminar - declaré decepcionaba.
- Igual que tu deseo.
Me resigné y miré al cielo. Sólo el sol me pilló y se guardó el secreto de mi frustración.
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