Frases
Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.
miércoles, 21 de mayo de 2014
La decepción
La decepción duele. ¿Ah poco no? Hemos hablado de que las expectativas traen consigo frustración. Me pregunto si también decepción. Esta sensación te jala abajo. Es como si una luz que has mantenido encendida en la oscuridad de la incertidumbre de repente se apagara por completo. Lo curioso es que una vez que te envuelves en lo oscuro de tu alrededor, ves todo con mayor claridad. Es un abrir los ojos aunque te inundas en el pesado negro del sentimiento.
La decepción surge tras darte cuenta de una verdad que mantenías guardada en la esperanza. Sí, es percatarte de la ilusión que mantenías a escondidas de la realidad. Te contabas cuentos de una mentira que sostenía tu creencia, pero cuando has podido mirarla bien, se desvanece tu imaginación y no te queda más que descubrir lo que siempre fue.
Duele, porque no fue lo que querías que fuera. Relacionado curiosamente con la expectativa. Lo que esperabas que fuera la explicación de lo que ocurría, no lo fue. Te decepcionas y debes manejar aquello que se te pone enfrente tal cual es. Esta revelación de la verdad te quita la venda de los ojos, te sacude inmediatamente y te tira al piso. Rompe en pedacitos un poco de ti y tienes que encontrar la forma de reconstruirte sin negar que has visto.
¿Qué haces luego de la decepción? Exige mucho de uno mismo no volver a pintar espejismos alrededor de los hechos. Justificar es lo que se antoja para consolarte, pero sería postergar el inevitable golpe de verdad que te espera, pues aún cuando nos aferremos a las ideas que nos sientan bien, lo cierto es que una mentira no dura para siempre. Puede crecer y adquirir dimensiones enormes, pero la verdad es tan poderosa que no se cubre eternamente y cualquier apertura, por pequeñita que sea, la encuentra para salir a la luz y mostrarse.
Decepcionarse tiene que ver con la forma en que esperábamos que la verdad se nos mostrara, la forma que le damos a nuestro gusto o incluso con lo que creemos que mejor nos acomoda. Lo cierto, es que en cuanto hacemos de la verdad una expectativa, el riesgo de sufrir una decepción es más fácil. Los hechos son lo que son. Tratar de entenderlos con explicaciones que nos reconfortan o favorecen, deriva en decepciones cuando no toman el rumbo que les damos. Las personas pueden decepcionarnos por no ser como podrían ser (según nosotros). La vida podría decepcionarnos por no fluir como nosotros quisiéramos.
Tal vez la decepción existe para recordarnos que no tenemos el control sobre nada, que lo mejor que podemos estimar es la aceptación y el cambio propio. Lo demás no cambiará, nosotros sí. Si de por sí ese cambio interior que tanto se promueve es difícil, ¿cómo nos atrevemos a exigirlo a los demás mientras nosotros sólo les miramos hacer el trabajo? Definitivamente por eso todo empieza por uno mismo, pedirlo hacia afuera, sería casi una utopía.
Si trabajamos en nosotros mismos, antes de mirar y esperar a que el resto suceda por casualidad, tal vez nos decepcionaríamos menos. Tal vez si aceptáramos los hechos como son, y elegimos qué hacer ante eso, pero desde lo que nosotros mismos podemos hacer con nosotros, podamos decepcionarnos menos.
Aunque siempre cabe la posibilidad de ser nosotros quienes nos causemos decepción.
Qué duro y qué difícil.
Quitar las expectativas de nosotros mismos y aceptarnos para ser nuestros aliados, y no nuestros jueces. Diría que se vale ser estricto, pero no condenador. Sólo teniéndonos de nuestro propio lado podremos contar con nosotros. Si ni siquiera nos tenemos a nosotros mismos para curar las decepciones... entonces, sí tenemos un feo problema.
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