Enseñar a quien no tiene curiosidad por aprender, es sembrar un campo sin ararlo. -- Richard Wately
El maestro llega, hasta donde el alumno quiere -- Lourdes Glez.
Maestro y alumno, un binomio del que he jugado en ambos lados. Como en toda relación, no importa cuánto se esfuerce uno, si el otro no cumple con su parte no avanzarán juntos.
A veces como alumnos tenemos la tendencia de desacreditar a un maestro cuando éste no resulta de nuestro agrado o cuando el contenido que trata de compartirnos nos es ingrato. El maestro, esperanzadamente, hará lo que esté en sus manos por acercarse a ti, pero no mitifiquemos la realidad. Si un alumno está dispuesto a no aprender y en su derecho ejerce su voluntad de ignorarte, lo que intentes sembrar no dará fruto. Como en toda interacción humana, algo podrás rescatar de la experiencia, poco o mucho, pero en definitiva, este proceso de enseñar y aprender, requiere de la participación de dos.
Precisamente en esa relación que nace entre dos personas ocurre lo que naturalmente florece cuando uno se comunica con el otro. Se ponen en juego emociones, miedos, prejuicios, creencias y expectativas que entorpecen o favorecen el entendimiento entre ellos. Hablamos de dos seres humanos que en un contexto escolar (ahí me centraré) procuran intercambiar lo que son en busca de un crecimiento, que aunque la jerarquía lo disfrace, es mutuo. Ambos crecen en esa situación, ambos se transforman. Ya lo mencionaba Feuerstein cuando refiere a la habilidad del "reconocimiento de la competencia del otro". En esta dinámica tanto el alumno como el maestro tienen algo que aportar al otro, y cuando se permiten mirarse con esos ojos, el intercambio es enriquecedor.
Claro que para que esto suceda, se requiere humildad por parte de ambos para aceptar que alguien puede dejar algo de sí en ti. A veces resulta más difícil para el maestro, que para el alumno, pues se espera de antemano que éste primero sea el dueño y señor de la sabiduría y conocimiento que impartirá. Él va a enseñar, no se pretende explícitamente que aprenda; pero precisamente en la comprensión de que el perfeccionamiento es un proceso personal constante e interminable, cada ocasión vale para reconocer que el otro, aunque sea tu alumno, tiene algo que puede aportar a tu crecimiento y a afianzarte en lo que eres.
Sucede que al ser seres humanos, nos olvidamos de que somos vulnerables y que conforme compartimos lo que somos a los demás, nos exponemos y damos a conocer nuestras aperturas y puntos débiles. Es normal que suceda entre más nos allegamos a una persona, y cuando te importa aprender más de lo que la teoría te dice, y diriges esa enseñanza y aprendizaje a los aspectos esenciales de la vida, te arriesgas incauto a un encuentro de almas en el que es fácil lastimarse, desafiarse, enojarse, encariñarse y apasionarse. Es esta relación entre maestro y alumno la que no olvidas aunque pasen los años. Esa relación en la que fuiste tú sinceramente, y en la que un maestro lo fue también para ti. No se trata de volverse camaradas, amigos u otro tipo de denominación, sino de mantener el status dimensionando que ninguno es superior al otro, sino que valen igual en su calidad de seres humanos, y esto implica comprender que en asuntos de educación, de todos algo puedes aprender.
Si se tiene la sabiduría para diferenciar los conflictos y dolores naturales del crecimiento sin tomarse a personal los remolinos emocionales que se provocan en el que está aprendiendo en ese momento, se puede gozar el ser maestro. Y si se tiene la sabiduría para superar el duelo de caer y levantarte en una mejor versión de ti mismo cuando resquebrajas lo que sabías y construyes con lo que ahora sabes, se puede gozar el ser alumno.
Finalmente, esta relación surge de una inquietud que todos tenemos: crecer. ¿Para qué hemos venido al mundo si no es para descubrir que la felicidad radica en el esfuerzo constante y en lo que vale la pena? No se da por sí misma. Las sonrisas y la sensación de estar vivo yace cuando mueves tus entrañas y enciendes el alma. Aprender es similar. Te transformas en lo que puedes ser y te perfeccionas, y esa sensación te hace brillar desde lo más profundo de ti.
Así que en este camino que todos andamos y en el que todos somos alumnos, agradezcamos hoy a quienes en su generosidad comparten, inspiran y tienen el valor para atreverse a ser maestros, con el recordatorio constante de que incluso ellos, tienen todavía mucho por aprender.
¡¡ Feliz Día del Maestro !!
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