Frases

Vive cada día de manera tal, que siempre tengas algo interesante que contar --- Lourdes Glez.


jueves, 31 de diciembre de 2015

Adiós año 2015...


Mi Brindis Personal

El día de hoy, como es tradición, comparto con ustedes mi brindis por este año que se va y el nuevo que llega.

Lamento reconocer ante ustedes que en el superficial recuento de las memorias que conformaron este año 2105 nada trascendental apareció en mi mente.

Sin embargo, a causa de una amiga, reflexioné con más profundidad lo que este año había significado y sin percatarme... este año resultó mucho más increíble e inspirador de lo que yo creí en el primer vistazo.

Les cuento por qué.

Me rompieron el corazón en grande. Sí, en GRANDE. Y luego, ¡un par de veces más! Casi como un deporte bien practicado, el ritual para curarme las heridas se hizo habitual. Sin embargo, oculto detrás de ese dolor, me encanta descubrir que se esconde una genial historia con alguien de quien irremediablemente me enamoré. Si no hubiera existido ese corazón roto y no hubiera seguido adelante, no habría habido espacio para que él llegara. Así ocurrió una serie de acontecimientos que guardo con cariño. Y aunque tampoco esa historia cuenta un final feliz... me sonrío satisfecha en mis adentros porque fue real.

Por cada caída necesité de una experiencia que me reanimara para levantarme. Cuando el ánimo me arrastró por el suelo, más aguerrida me volví. Fui capaz de subir 720 escalones en una carrera en la Torre Latino. Al terminar, de pie en su punto más alto, con la vista de la ciudad a mis pies y el cielo azul al alcance de mi mano, el esfuerzo me devolvió su significado. Cuando te ha faltado el aire, el simple hecho de respirar te devuelve la vida.

Apoyada por alguien, en el momento exacto me vencí y viajé lejos sola. En la soledad me encontré conmigo misma y me reconcilié con el pasado. En lo desconocido, me volví una extraña a quien nadie conocía. En ese anonimato descubrí más sobre quién soy y gocé de ser yo misma sin las etiquetas o expectativas construidas en mi historia. En ese viaje se intensificó el valor para andar sin un mapa. Disfrutar del paseo y confiar fueron la clave para llegar a un destino mejor que el pensado por mí.

Sin el miedo frenando mis pasos, conocí sitios que para otros ya eran viejas costumbres. Supongo que aprendí que no importa cuánto tardes en lograrlo: lo importante es que lo logres. Sin la presión de la prisa, se aligera la carga. Así en la vida, la mochila debe ser liviana para caminar mejor.

Decir que sí a las oportunidades me abrió puertas a experiencias que luego se convertirán en historias que les narraré. Verifiqué que ahí radica en parte el secreto para escribir: hay que vivir y abrir los ojos para tener qué contar. Y vaya que me sorprendí en este descubrimiento. ¡Me río disfrutando todo lo que antes era inimaginable para mí!

Por un rato perdí de vista quién era y me olvidé de mi. Y es que ¡me caí tantas veces! Algunas muy merecidas, otras no. ¡Me equivoqué tantas veces! Pero aprendí de los errores el doble de lo que me costaron. Afiné algunas reglas personales y me prometí siempre seguir avanzando.

Encontré mi canción. Encontré mi voz. Reavivé mi pasión y me enfoqué en vivir el hoy con intensidad, sin consternarme por el futuro. 

Disfruté a las personas que amo. Conocí nuevas y me adentré en nuevos círculos. Qué sensacional es escuchar a los demás y conocerlos. Personas vienen y personas se van. Más vale gozarlas mientras están.

Y para seguir el camino, llevo conmigo el compromiso de tomar mejores decisiones que me conduzcan a descubrir quién soy y qué es lo que quiero de corazón, para mí y mi vida. ¡Porque con todo y todo, aún me siento tremendamente ignorante de lo que quiero! Tal vez de eso trate el siguiente año...

Esto es lo que fue mi 2015. Un montón de caídas, moretones, raspadas y cicatrices, que han hecho florecer lo mejor que hay en mí. Para entender esto hoy, necesité revisitar el pasado. No me queda duda de que el final de todo ha de ser un entretejido de momentos variados, que sólo hacen sentido hasta que ves la obra concluida. Porque para llegar a lo que soy hoy, han debido pasar muchas cosas antes.

Así que con la mirada puesta en el 2016, sólo me queda decir que, pase lo que pase: "Así es la vida, Lulucles" ¿o qué no?



FELIZ AÑO NUEVO A TODOS USTEDES MIS QUERIDOS LECTORES. QUE DISFRUTEN LA VIDA Y LA HAGAN VALER AL MÁXIMO.
Gracias por pasar por aquí, los llevo en mi corazón.




domingo, 27 de diciembre de 2015

Lo bueno de los Recuerdos


Cuando algo malo nos ocurre lo primero que quisiéramos sería poder borrar los recuerdos. Como si el eliminarse de nuestra memoria evitara que volviera a dolernos. Dejan de existir y el mal rato también.

Sin embargo, tienen una razón de ser y esa es la que debemos agradecer.

El camino de la vida es bastante largo. Día a día se presentan situaciones que se parecen mucho o nada a las anteriores. Y la forma de manejarlas depende en gran parte de nuestra experiencia adquirida, de ese "revisitar nuestra historia" que está conformada precisamente por el recuerdo. Gracias a que podemos recordar podemos repetir, evitar, transformar o cambiar esa historia. Los recuerdos nos hablan de lo que hemos vivido y el mensaje que llevan consigo podemos reflexionarlo para aprender de éste. 

Por eso, los recuerdos son poderosos y debemos aprender a usar ese poder. Porque de otro modo, seremos esclavos del recuerdo y no lograrán su cometido, que es al revés, los recuerdos están a nuestro servicio para cuidarnos, protegernos, reconfortarnos y ayudarnos a avanzar.

Así que, es cuestión de ser sabios para entender cuándo debemos recordarlos. Sólo para que no se nos antoje quedarnos en ellos o se nos ocurra torturarnos con los que nos hicieron daño. Hay que saber guardarlos y en el preciso momento; no antes ni después, desempolvarlos y verlos otra vez.

La invitación de la semana: Atesora tus recuerdos, son parte de tu historia. Todos, los que duelen y los que te arrancan sonrisas. Y todos ellos te ayudan a vivir con más intensidad un mejor camino para ti.

¡¡¡Feliz inicio de semana!!!  



viernes, 25 de diciembre de 2015

"Mesa para una" 3o. parte


Viernes de Relatos

Ahí está la hoja. Acomodada entre el asiento del coche y el freno de mano.

La desdoblo para recordar lo que dice, tal vez si empiezo por algo más fácil...

1. Comer rico en un buen restaurante
2. Bailar, bailar y no sentarme
3. Viajar
4. Salir a pasear con mi perro
5. Deportes extremos. ¡Me encantaría lanzarme en paracaídas!

Tras releer, decido que la opción cuatro es la más viable, pues es la única que realmente no implica estar "tan sola" y es algo que he hecho un par de veces. Menos de las que querría por pasar tanto tiempo en la oficina. Así que subo a mi departamento para cambiarme y vestir ropa apropiada para la misión. Elijo un par de tennis, unos pantalones deportivos y una sudadera. Saco la correa de Belachen y se la pongo al cuello. Ella brinca de un lado a otro anticipando la diversión del paseo. La procuro calmar un poco para controlar su paso y salimos a la calle.

Es un día soleado. Aire fresco para los pulmones. Casi siento como si fuera la primera vez que el sol calienta mi piel. La luz resplandece y me percato de una curiosa paz que hacía mucho no experimentaba. Belachen trota a mi lado, parece igual de maravillada que yo, agradecida por salir de esas cuatro paredes que la encierran todo el día. Hasta cierto punto, creo que ambas nos sentimos renovadas al estar fuera.

Algunas personas andan en la calle con su bicicleta. Otras corren como parte de su rutina de ejercicio de fin de semana. Nosotras no tenemos ninguna intención de sudar como ellos. Este andar es más como una probadita de la libertad que nos hemos estado perdiendo.

Belachen de pronto hace contacto con un perro en la distancia. Uno que se le queda mirando a ella. Belachen alerta sus orejas y se queda quieta. Unos gruñidos se hacen escuchar, nada amigables. No parece una buena señal. El otro perro se acerca sigiloso. ¿Dónde está su dueño? ¿Por qué no trae correa? Belachen empieza jalarme de la correa. Parece que se prepara para lidiar con una pelea. ¡Maldita sea!

El perro está muy cerca de nosotras. "¡Belachen!" No me presta atención, no me oye. Ella empieza a ladrar y brincar en dos patas. Afortunadamente no es más fuerte que yo y logro detenerla. Ella se jalonea con la correa en el cuello. Yo la sujeto y la llevo hacia atrás. El problema es el otro perro. ¿Quién lo detiene a él? Estoy empezando a preocuparme.

Un silbido se percibe a lo lejos. El perro se frena y enseguida se marcha corriendo. Un desconocido le ha llamado y él ha obedecido sin chistar. Belachen se calma y me mira, esperando que le diga qué hacer a continuación. Lo mejor será volver a casa. Nos damos la vuelta y emprendemos el camino al departamento. Esta vez, trotando un poco para acortar el camino.

Ha sido un desastre. Un completo desastre. ¿Qué hubiera ocurrido si aquel perro no se hubiera ido? Mil imágenes ruedan por mi mente. Un veterinario, una mordida, un pleito con aquel desconocido y tal vez una cita con el gastroenterólogo para aliviar mi gastritis.

Belachen me mira como si adivinara mi pesar. Me intenta consolar lamiendo mi mano mientras le quito la correa. Casi la escucho pedirme que no me dé por vencida. Sus ojos me lo dicen, su mirada me lo ruega. Si tan sólo esto pudiera ser más fácil...

Telefoneo a mis amigas. Tal vez en la noche podamos ir a bailar. Entre la música, el maquillaje de noche, los tacones y un Perla negra en mi mano me olvidaré de todo lo que ha pasado.

- No puedo, he quedado con mi novio. ... ¿quieres venir?... prometo que no te sentirás "mal tercio" - dijo una.

- ¿Hoy? Iremos a una comida de la familia de Juan Carlos. Ya sabes, no los ha visto en un buen rato y quiere que lo acompañe. Ya sabes, me presentará con ellos... ¿debería emocionarme? - me contó otra.

- ¡Odio ir a bailar! No me gustan esos lugares. No se puede platicar y además tú me conoces. No me gusta beber nada. Prefiero ir por unos esquites y charlar mientras los comemos en el parque. ¿No te parece mejor plan? - le inventé que irían más personas al antro conmigo y no podía dejarlas - Será en otra ocasión entonces. Luego quedamos.

Y mi amiga, la que me secunda con más frecuencia, para colmo me dice:

- He agarrado una tremenda gripa. Achu... Accchuu.... mi aspecto es asqueroso. Pero puedes venir a casa y ver películas conmi... Achu....

Olvídalo.

Me quedaré en casa esta noche.  

Mientras preparo algo de cenar en la cocina, me percato de que la lista la he dejado sobre la mesa. Ahí está de nuevo, esta vez acosándome. La arrugo y la deformo en una horrible bola de papel. Enojada, la lanzo lo más lejos de mi presencia. Sin querer he golpeado a Belachen con ella.

- Perdona, mi amor, no ha sido mi intención - le pido disculpas sinceramente acongojada.

Belachen me mira paciente moviendo su cola; se acurruca en mi regazo y yo la estrecho contra mí. Mi imposibilidad de salir sola empieza a molestarme por primera vez. La sangre me hierve y quiero gritarle a mi amiga de la oficina que ha osado abrirme los ojos de este modo. ¡La odio! ¡No puedo hacerlo!

Y sin querer, empecé a llorar.



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡Viernes de Relatos!!

Y en este 25 de diciembre...

¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!  Que la paz reine en sus corazones.

viernes, 18 de diciembre de 2015

"Mesa para una" 2o. Parte


Viernes de Relatos


- ¿Qué haces aquí todavía? - preguntó al pillarme sentada en mi oficina. - Ya pasó la hora de salida. Es viernes. Vete, sal, ¡huye!

Suelo entretenerme de más con los proyectos y propuestas innovadoras. Hoy me siento especialmente inspirada porque al ducharme por la mañana una idea se me apareció en la mente, una muy buena idea. Todo el día lo he dedicado a desarrollarla, a ponerla en el papel, a darle vida.

- Estoy dando a luz. - qué inspiradora soy.

- Jamás vas a dar a luz si no encuentras al hombre del que hablaste la semana pasada. Apaga esa computadora o te la apago yo.

Creo que mi amiga se tomó en serio el decreto que soltó al aire aquella vez. Yo creí que sólo sería una forma de gastar el rato mientras trabajábamos, pero ahora me entero que no era ninguna broma.

Se quedó de pie en el marco de mi oficina. Me echó unos ojos asesinos y me quedé quieta. Ella insistió en que apagara y me marchara con ella, que no me dejaría sola en la oficina. Y es que así es, soy la única que sigue en este lugar.

Con el silencio incómodo quemándome los nervios, decidí obedecer. No fuera a ser que las consecuencias fueran funestas. Guardé la laptop, recogí mis cosas sobre el escritorio, tomé mi bolsa y apagué el interruptor de mi pequeño refugio laboral.

- ¿Qué es lo primero que harás de la lista?

La lista. ¿Qué era lo primero de la lista? Mmm ¿El viaje? ¿El perro? ¿Paracaídas? No fui capaz de confesar que su hoja la había abandonado en el coche apenas nos despedimos el viernes pasado, y que desde entonces no lo había releído.

- ...la cena... - dije por decir algo.

- Pues mucha suerte entonces. Recuerda: tu restaurante favorito, no unos tacos en la esquina donde el anonimato se entiende y no se distingue.

Ahora hasta con cláusulas. Estuve a nada de repelar que mi restaurante favorito es precisamente la taquería en la esquina de mi calle, pero me percaté en su tono de voz que no vacilaba. Así que sin remedio, me lancé y... ahí estaba yo de pie, mirando hacia arriba el letrero colocado en la imponente entrada de mi sitio favorito para cenar. Me sentí pequeñita de repente y dejé de sentir mis brazos, mientras mi corazón empezó a latir con mucha velocidad.

Grupos de amigos caminaban y me pasaban de largo. Nadie siquiera me echaba un vistazo. Las mujeres arregladas con vestidos negros cortos o pantalones ajustados y tacones muy altos. Peinados preciosos y maquillaje, en algunos casos excesivo. Yo aún vestía mi ropa de oficina, que aunque pasaba perfectamente bien en ese lugar, me hizo sentir fuera de él. Más personas se disponían a entrar mientras yo permanecía como una estatua a la mitad del parque; todos circulaban a mi alrededor sin prestarme atención. Tanto así que un joven que iba distraído charlando con sus amigas chocó contra mí, me tambaleó y casi me hizo caer. Apenas alcanzó a verme, pues la conversación con ellas parecía abstraerlo sin sentido. Se disculpó más por obligación que por sentirlo y continuó su camino. Yo podría ser como ellos, si tan sólo se me hubiera permitido venir acompañada. A la mitad de la media vuelta para marcharme a casa, me encontré con el colmo de mi patética salida: una pareja tomada de la mano, muy sonriente y muy carismática, avanzaba hacia adentro. No pude evitar pensar que quisiera ser esa mujer... Los seguí con la mirada y envidié cómo él pedía la mesa para ambos, cómo ella le miraba extasiada y cómo él se manejaba seguro y confiado con todos. 

Toda la escena me pareció ajena. Como si mi lugar favorito para cenar me cerrara sus puertas a falta de algo. ¿¡Qué podía hacer yo sentada ocupando una mesa entera que esas personas podían aprovechar mejor que yo!? Me retiré al no poder contestarme. Tan pronto pude escapé, subí a mi coche y llegué a casa. Aún era temprano, me cambié la ropa y me senté en el sillón. Mi infalible compañera lanuda se acercó a saludar meneando de un lado a otro su cola. Le acaricié la cabeza y le di un par de besos agradeciéndole su simpatía. Miré a través de la ventana la bella vista de la ciudad iluminada en la noche. Detrás de cada destello de luz alguna historia se estará contando. La mía... creo que tendrá que esperar.


**No te pierdas la continuación el próximo viernes en el  ¡¡¡Viernes de Relatos!!!


  

viernes, 11 de diciembre de 2015

"Mesa para una" 1o. Parte


Viernes de Relatos

- Creo que jamás voy a encontrar al hombre para mí.

Más me valía no haber dicho aquello. Estábamos en la oficina, encerradas a las diez de la noche revisando número a número los reportes estadísticos de las ventas del año. Afuera, la noche nos miraba indignadas. Apuesto que las mujeres de mi edad están allá, disfrutando del coqueteo y de la vida nocturna de viernes.

Más me valía no haber confesado en la divagación laboral mi tremendo sentir.

- Si dedicas las supuestas horas de esparcimiento a la oficina: en efecto, no lo vas a encontrar. Si quieres encontrarlo... ¿Qué haces aquí? - me preguntó mi amiga indignada.

- Pues ayudándote, no hay de otra... ¿no?

Me miró sagazmente, insinuando que no debía ponerla de pretexto, que bien podía sacar ella sola sus encargos. Aunque apelé a la justicia y mis deberes de amiga, ella con desdén me contestó que podía arreglárselas sola.

- ¿No preferirías estar en otro lado, que aquí?

- Sí, pero... no tengo a nadie con quien estar en otro lado. - reconocí triste.

- Bah, para estar en otro lado, no necesitas a nadie.

- Claro que sí. No se puede ir a bailar así nada más, sola...

- Que sí, lo he dicho. - me renegó - Si te gusta bailar, vas al antro y bailas.

- ¿Sola? ¿Como un hongo? - le pregunté incrédula. - Jamás.

- ¿Acaso no puedes hacer lo que más te gusta hacer si no estás acompañada?

- A ver - me dispuse a explicar dejando a un lado las hojas que seguían en orden de ser revisadas - Si quiero ir a bailar, organizo con mis amigas una salida y vamos juntas a bailar.

- ¿Y si ellas no pueden... no lo harías sola?

- ... - silencio, meditación, reflexión, duda y una sincera negación. - No...

- ¡¿Por qué no?!

No tener una respuesta convincente me obligó a escucharla sin remedio. Me contó sobre la libertad y el placer de hacer lo que uno quiere hacer sin estar atado a que alguien te acompañe. Más aún, me planteó ejemplos interminables de actividades que ella practicaba aún sin tener a alguien con quien hacerlas. El colmo ocurrió cuando algo tan básico como ir a un restaurante a cenar delicioso, era posible hacerse asistiendo sola al concurrido sitio.

- ¿No te atreverías ni a sentarte sola a cenar?

Empiezo a considerar que la imposibilidad de hacer sola mis actividades es un problema mayor... Mi amiga tomó una hoja limpia tendida sobre un montón de pilas de informes. Buscó su pluma para escribir y se dispuso a hacer una lista a partir de una pregunta muy sencilla que formuló: ¿Qué te gusta hacer?

La respuesta es sencilla, así que nombré una a una las cosas que me apasiona realizar, esas que me hacen vibrar el alma y me encienden por dentro.

1. Comer rico en un buen restaurante
2. Bailar, bailar y no sentarme
3. Viajar
4. Salir a pasear con mi perro
5. Deportes extremos. ¡Me encantaría lanzarme en paracaídas!

Cuando terminó de escribir, mi amiga me miró a los ojos, fijamente. Muy seria y con tono solemne, alzó la lista en el aire y casi pretendiendo que era un decreto real anunciado al pueblo, proclamó:

- Querida honorable y buena mujer. Es momento de que la verdad le sea revelada.

Me miró esperando que yo hiciera algún tipo de gesto, le seguí el cuento e improvisé una cara de asombro y extrema curiosidad.

- Para que pueda usted encontrar al hombre galante y guapo que tanto busca, usted deberá estar dispuesta a hacer todo lo aquí enlistado.... sola.

- ¿Sola? - sin entender cómo funcionaría, alegué - Si lo hago sola, cómo esperas que encuentre al hombre que quiero.

- El que puede ser por sí mismo solo, puede ser él mismo acompañado.

Qué frase más profunda se ha inventado esta amiga. El cansancio surte efectos extraordinarios en la gente que lo padece. 

Dispuesta a hacerme entender, volvió a sentarse en la silla y recargó su codo sobre el escritorio. Me apuntó con su dedo índice y su ceja bien arqueada.

- El hombre que es para ti, gustará de hacer todo aquello que a ti te guste. Él seguramente estará ahí afuera cenando en ese rico restaurante o bailando locamente en algún antro. Si tú no asistes a esos sitios, ¡no van a coincidir jamás!

- Pero sigo sin entender, ¿por qué no puedo ir con amigas?

Me sonrió tierna y compasivamente. Casi creo que mi falta de entendimiento la conmueve.

- Porque primero debes ser capaz de estar sola, para poder estar con alguien. Y como tus cosas favoritas no las haces por falta de tener quien te acompañe, según me has dicho, te estás frenando de ser tú.

Interesantes conclusiones a las que se llegan en la oficina.

- Hazme caso pues. No pierdes nada. - dijo en su último esfuerzo por convencerme.

- Entonces, he de hacer todo lo que dicta la lista, ¿yo sola?

- Así es.

Yo sola. SOLA. Cual hongo en la mitad del bosque. Hablándole a mi dedo meñique. Sola. ¿Qué tipo de sugerencia es esta?

No tenía intenciones de hacerle mucho caso, pero su rostro se iluminó de ilusión cuando concluyó la propuesta. Realmente parece creer en ella.

- Vamos, que te haré caso...

Ella se levantó de un brinco de la silla y hasta se inventó un baile para festejar la aceptación del trato. La idea de estar sola me abruma, me aterra. ¿Qué tal que alguien me asalta, me rapta o me hace daño? Es una locura salir sola a la calle. ¡Es peligroso!

Su celebración no parecía tener fin. Me enfoqué en los reportes que había que revisar y esperé a que la cordura la hiciera volver al trabajo.

- No deberías quedarte tan tarde en la oficina. Hay una vida allá afuera. - concluyó y continuó sus encargos.

Miré por la ventana. El oscuro cielo se antojaba apacible y protector. Las luces de las calles y casas tintineaban decorando la imagen. Suspiré atreviéndome por un instante a creer que el plan podía funcionar. 

Sinceramente quiero encontrar a alguien. 

Reitero: más me valía no haber confesado en la divagación laboral mi tremendo sentir.



**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!

domingo, 6 de diciembre de 2015

Corazón VS Razón

"Enamórate con la cabeza" me dijo alguien una vez.

Es interesante que este dilema persista pese a toda experiencia, consejo y explicación. De algún modo, no logramos congeniarlas. Y es que si usamos nuestra cabeza: ¡qué frío eres! ¡qué insensible! Y es que si usamos nuestro corazón: ¡si lo veías venir! ¡era más que obvio! ¡siendo tan inteligente!

Las decisiones que tomamos nos sorprenden, pues de algún modo se ven más cargadas por uno o por otro, por el corazón o por la razón.

En líos del amor, el corazón parece ser el que reina. En líos de la vida cotidiana (parece que en todo lo demás de la vida) impera la razón. Al menos lo usual es que suceda esto. Enamorarse implica por default esa descarga de sentimientos que nublan la razón. Mientras que decidir qué ruta tomar para evitar el tráfico una mañana de lunes, requiere más de la razón.

No es que una cosa esté peleada con la otra. A lo que voy, es a lo gracioso que puede resultar el desequilibrio. De hecho, este desbalance es el que provoca las historias más increíbles y asombrosas de la vida. Como por ejemplo, esas anécdotas que te sientas a contar con tus amigos más entrañables, donde al fin confiesas las reflexiones que haces tras "cortar con tu ex". Te percatas en la narración, que las señales razonables eran vastas, pero por seguir a tu corazón seguías ahí. ¡Aceptaste locuras y desdenes irracionales "por amor"! Aún cuando sabías que la otra persona no te quería: tú permanecías ahí esperanzado. Y aún cuando sabes que la relación no irá a ningún lado, ahí estás, pendiente y en vela por si cambia de parecer.

La razón es la que te dice en ese vistazo al pasado: ¿pero qué te ha pasado, en qué pensabas? Y el corazón le contesta: En nada, sólo estaba enamorado.

Tal vez deberían hablarse más seguido el corazón y la razón, para ser aliadas y no contrincantes. La sabiduría de una, aminora la ignorancia de la otra; y la pasión de una, aminora la lógica de la otra. No creo que sea asunto fácil, pero definitivamente, realizable. ¡Que para algo se nos dio inteligencia y corazón!

La invitación de la semana: ¿En qué momentos haces caso a tu corazón? ¿En qué momentos haces caso a tu razón?  Y recuerda, no importa cuánto te equivoques haciéndole caso a una u otra. Lo importante es que no dejes de disfrutar tus errores y aprender de ellos. Que finalmente, de eso está hecha la vida: de geniales anécdotas impregnadas de divertidas equivocaciones.

¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!



domingo, 29 de noviembre de 2015

El Final


Si tengo un libro en mis manos, cuya historia me ha capturado al grado de provocarme ansiedad cuando paso sus páginas, es inevitable que me carcoman las ganas de leer pronto el final.

Es una curiosa sensación, porque al tiempo que quieres saber en qué va a terminar, tampoco quieres que termine de lo entretenida que está la historia.

A veces creo qué así nos pasa con la vida. Quisiéramos saber el final. A veces no tan motivados por lo increíble que está su narración, sino porque tanto dolor, tanta desilusión y tanto fracaso algún sentido tienen que tener. La vida nos presenta tantos retos a superar, tantas cosas que debemos dejar atrás, tantos momentos de los que debemos levantarnos, que la esperanza radica en que un día, cuando ha transcurrido el tiempo preciso, las heridas habrán sanado y podremos sonreír otra vez. Pero para enterarnos de que somos capaces de avanzar, tenemos que hacer eso: seguir y seguir, aún cuando resulte muy difícil hacerlo.

Es casi como en los libros. Muchos personajes interesantes no la tienen nada fácil. Andan y andan conforme avanza la historia, procurando resolver los conflictos a los que un autor se ha encargado de someterlos. Requieren valor y mucha voluntad para salir airosos y vencedores. Y conforme eso ocurre, los nudos se resuelven increíblemente con cosas grandiosas, a las que no hubieran sido acreedores si no se hubieran atrevido a continuar. Superan lo insuperable y hacen posible lo imposible, innovan lo convencional y demuestran que no hay límites. Esos grandes personajes inspiran creer que en el final, todo tiene sentido y un por qué, que agraciadamente, son para bien, aunque en ese momento, no lo veamos.

Nos gustaría adelantarnos unos años y descubrir el final. ¿Lo logramos superar? ¿Eso dejó de darnos tanta lata? ¿Conseguimos lo que buscábamos? ¿Aprendimos lo que teníamos que aprender? ¿Encontramos lo que buscamos? o tal vez, no importa cuál fuere el final, ¿nos encantó la historia?

La invitación de la semana: Sea cual sea el final, ten por seguro que lo forjas cada día con las decisiones que tomas, con la pasión con la que escribes la historia y con la perseverancia de continuar escribiendo aunque te den ganas de soltar el lápiz. Y aunque la trama te haga llorar de vez en cuando, no olvides que esa reacción sólo la logran las grandes historias. Así que tranquilo y haz de la tuya una grande.

¡¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!!











viernes, 27 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? 12o. Parte


Viernes de Relatos


Es agradable, linda, educada... puedo comprender por qué se enamoró de ella.

Su departamento estaba repleto de él... y de ella. Fotos colgadas en la pared donde se les veía gozar juntos de viajes, comidas en restaurantes junto a sus amigos y algunas en las que simplemente habían capturado el momento por la sencilla razón de querer trascender lo cotidiano.

Los colores los debe haber elegido ella, pero de cierta forma él se ha conseguido colar en la decoración. Detalles muy suyos destacan entre lo cursi que aparentemente es ella. Los rincones de este hogar me tienen maravillada, como si fuese invitada a un sitio especial al que no todos tienen permiso de entrar. 

Ella me invita un café para entretenerme mientras él vuelve. No le he revelado del todo mi identidad y me sorprende que siendo una extraña, el hecho de tener relación con él le inspire la confianza para conducirse conmigo familiarmente.

Sentada en el sillón, me pregunta cómo es México, me explica que él quiere vivir allá. Ella le ha dicho que no - la historia me la sé - pero en secreto me confía que sólo lo hace para dar un poco de batalla con la esperanza de que su deseo se cumpla, pero que su mayor anhelo es permanecer a su lado; aún cuando eso signifique seguirlo a otro país.

Basta. No puedo escucharla más. En eso, la puerta se abre. No hay sorpresa para mí, es él. Sin embargo, el sorprendido es ese que atraviesa el umbral y dibuja en su rostro un gesto de desconcierto que no logra disimular ni con el fuerte abrazo que recibe de parte de ella, quien se apresura a saludarle con un beso en los labios. Como si yo no existiera, ella se dedica a mimarlo y festejar su llegada. Él no aparta su mirada de mí, fija y absorta. Me levanto de mi asiento dejando la taza de café sobre la mesilla de centro. Ella se vuelve hacia mí para presentarme con él y tal vez agradarle al reencontrarnos. 

- Ella es de México y vino a buscarte. Quiso darte la sorpresa y ni tenía certeza de que vivieras aquí. Una vieja amiga tuya muy aventurera, ¿cierto? ¿La reconoces? - le preguntó emocionada - yo ignoro si te reconocería luego de tantos años sin verte.

Nos miramos los dos. Ella aplaudía ignorando lo que significaba vernos nuevamente. Se acercó a mí y me tendió un abrazo fuerte. Yo le abracé de vuelta tendida en lágrimas. Sin que me lo dijera, me di por enterada, ya que la verdad se asomó en su imponente silencio y su compasivo gesto de cariño.

Por un instante se paralizó el tiempo. Me robé esos segundos para guardármelos para siempre. En ese espacio no había lugar para mí. Ni un huequito que usurpar para quedármelo conmigo. Ella le ama y por su rostro desencajado, adiviné que él a ella, por lo que deduje lo inoportuna que era mi presencia.

Permitimos que la cortesía y los buenos modales resolvieran el resto de la incómoda situación, hasta que el reloj anunció una convenida hora para retirarme. Me despedí de ella tan disimuladamente como mi convencimiento de avanzar me lo permitió. Él insistió en acompañarme a la Recepción, así que tomamos juntos del elevador. Sin decirnos nada, salimos al abrirse las puertas. Nos detuvimos en los escalones de la entrada y nos colocamos frente a frente... cara a cara.

- Me dio gusto verte. - dijo Antonio.

- A mí también, supongo. - agregué entristecida. - Cuando te fuiste sin despedir, no entendí por qué lo hiciste. Ni ahora lo entiendo, pero creo suponer la razón.

- No me despedí de ti porque sabía que no podría hacer lo que ahora me veo obligado a hacer.

- ¿Lo cual es...? - pregunté inquieta.

- Decirte adiós otra vez.

Y con una lágrima resbalando en su mejilla, me regaló un beso en la mía y nos despedimos, como aquel entonces, escondiendo resignados las ganas de estar juntos otra vez.



FIN


**No te pierdas la próxima historia el próximo viernes aquí, en "Viernes de Relatos"!!!!!!

domingo, 22 de noviembre de 2015

Tener a alguien



No se trata de no poder vivir solo y de la necesidad de estar acompañado... es sólo que a veces nos gusta la idea de tener a alguien.

Alguien infalible.

Alguien incondicional.

La vida en pareja, por definición de concepto, supone esto. La vida de soltero, por otro lado, te enfrenta al reto de encontrar una persona que se vuelva ese alguien. No precisas que ese alguien se convierta en tu próxima relación, pero sí precisas algo más, algo muy parecido a una excelente amistad.

Porque de repente te ocurren cosas. Esas que te hacen sentir tan grandioso que quieres correr a compartirlas con alguien. Te sacuden por dentro y te encienden. Quieres tomar el teléfono y compartirlo con "alguien". Una persona que no te dejará "en visto" en el celular, una persona que sí tomará tu llamada esté haciendo lo que esté haciendo, una persona que comprende esa locura que te está ocurriendo. Ese tipo de persona que sabes que está ahí para ti.

Ese alguien, que sabes que te acompañará al cine a ver la película que te gusta y que a nadie más en el mundo le agrada. Ese alguien que entiende tus defectos y no te los echa en cara. Ese alguien, que aún cuando no tienes la razón, está ahí para hacer catarsis contigo porque sabe que luego se te pasará y te llegará la cordura; y que si no sucede, entonces hará su parte para que la recuperes.

Ese alguien que comprende tus gustos más sencillos y los comparte. Con quien puedes sentarte a ver una película o ir a una cafetería sólo por un pastelito con café. Un alguien a quién poder decirle por la mañana: Buenos días. Y alguien que de vuelta se acuerde de ti de vez en cuando, pero con más frecuencia de lo que lo harían los demás.

Alguien a quien darle un abrazo y que te lo dé también. Sólo porque de repente un gesto como ese es lo que más necesitas y porque también sabes que ese alguien lo necesita de ti.

Tal vez por estas bondades sea fácil confundirse y se aparente la desesperación de encontrar una pareja, cuando en el medio se trata de reconocer la aceptación de la agraciada soledad de la soltería, pero con el agrado de tener a alguien.

Porque finalmente, todos necesitamos de un alguien.

La invitación de la semana: ¿Quién es ese alguien? ¿Tienes un alguien? Si lo tienes: cuida a ese alguien; y si no, sé ese alguien... de alguien más.


¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!









viernes, 20 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (11o. Parte)



Viernes de Relatos




El avión aterriza. Quiero bajar desesperada, pero debo esperar a que los de las filas de enfrente se marchen primero. Al fin bajo del avión y espero a que mi maleta aparezca en el carrusel. Tarda un rato que se me hace eterno.


Filas, trámites de migración... ¿Motivo de mi visita? Encontrar al amor de mi vida. Si usted fuera capaz de ayudarme agilizando esto, podría encontrarlo más rápido. Vengo de México... sí, sí... turista... un hotel... ¿Lo he convencido? Me deja pasar.


Ahora lo que sigue. Encuentro un taxi y le doy la dirección que mis amigas a bien me han hecho favor de compartirme. El taxi lo busca en su celular sin preguntarme por detalles. La tecnología lo tiene resuelto. Allá vamos.


Me gustaría contemplar el paisaje mientras damos con la dirección, pero muero de nervios de sólo pensar que pronto le veré. No tengo ningún discurso preparado ni he ensayado alguna romántica declaración. Sin planes, le estoy buscando en otro país. ¿Estoy loca?


El taxi se detiene frente a un edificio enorme. Adivino que se tratan de departamentos. Parece contener miles de pisos en su estructura. Fácilmente cuento diez y de ahí calculo al menos otros tres bloques del mismo tamaño. Mínimo tiene 40 pisos. ¿Cómo sé en cuál vive?


Entro a la estancia, donde un guardia me mira de pies a cabeza con mi maleta arrastrando detrás de mí. Me observa con atención y me echa una mirada bastante seria. Infiero que no será de mucha ayuda contarle mi historia. Tengo que pensar bien en cómo voy a preguntar esto...


- Busco a Antonio. Sé que vive aquí, en alguno de los pisos.


- Señorita, cinco hombres viven aquí bajo ese nombre. ¿A quién visita?


Comienzo a describirlo con la esperanza de hacer bien la tarea para que pueda identificar al que me interesa. El guardia no hace ni el más mínimo esfuerzo por imaginar los rasgos que le estoy dictando. Estoy perdida.


- Vaya y averigüe más información. Así no le dejaré entrar.


Me doy la vuelta resignada y salgo del enorme edificio. Me siento en los escalones que sirven de entrada y acomodo la maleta a mi derecha. Vaya viaje... y entonces, como escena de película de amor, veo a contraluz aparecerse una figura humana acercándose hacia mí. No distingo bien quien sea, pero parece tener intenciones de acercarse a mí. ¿Será él?


Entonces descubro su identidad.


- ¿A quién esperas? - me pregunta una mujer con cara de buen samaritano. Por lo visto mi gesto de desilusión despierta su ánimo rescatador de almas en desgracia.


- He venido desde México buscando a Antonio.... - me miró extrañada- ...una larga historia. ¿Conoces a algún Antonio en este edificio?


Dubitativa y pensativa se animó a decir:


- Sí, de hecho sí.


¡La esperanza vuelve! Podría ayudarme...


- De hecho vivo con alguien llamado Antonio.


¿¡Qué?? ¿¡No será!?


- Es mi prometido. Y él es mexicano. ¿Será que es al que buscas?


En silencio sólo medité... qué más puede pasar.






**No te pierdas la continuación en el próximo Viernes de Relatos!!!!

domingo, 15 de noviembre de 2015

Una mascota



La compañía de una mascota resulta increíble. Pero no lo digo tanto por lo que recibes, sino por lo que refleja de ti. 

Me encanta sobre todo el mensaje oculto que te da tener un perro como mascota. Simplemente es innegable que tu estado de ánimo es la pauta para relacionarte con ella.

Si estás de buenas, lo sabe, porque hasta le permites cometer las más grandes locuras, que estando de malas, le reprocharías con gritos inmediatamente. Si estás de buenas, te sigue y te busca. Si estás de malas, sabe que acercarse y llenarte de pelos en su temporada de muda, te hará molestarte y desquitarte con ella. Tu mascota perruna está siempre ahí pese a todo, pero definitivamente te permite identificar cómo te sientes contigo mismo, porque de eso depende cómo le trates.

Y aún cuando le has tratado mal, sigue ahí contigo. Con sus ojos enormes y expresivos esperando a que vuelvas a recuperar tus cabales. Sin decirte nada, comprende que has tenido un mal día, que alguien te ha dejado, que algo te ha salido mal o que simplemente no estás de humor para compartir sus asuntos perrunos. 

Son tan leales... que simplemente te vuelvan el corazón. Porque si lo reflexionas, descubres que te arrepientes de tratar con dejos malhechores a quien está siempre para ti y que te paga con la misma moneda que le has entregado tú. Y entonces te esfuerzas a la siguiente por ser mejor persona... lo que te ayuda también para ser mejor con las personas que te rodean.

Tener una mascota y tratarla bien, te sirve de lección para tratar a otros seres humanos. Supongo que en la medida en que tratemos mejor a las mascotas, podremos tratar mejor a los iguales a nosotros.

La invitación de la semana: Respira y cuenta hasta mil antes de desquitarte con tu mascota o con quien sea. Ensaya y aprende con tu mascota a querer. Y aprende a estar ahí para alguien como lo hace tu mascota. Suena muy simple, pero puede ayudar.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!  

viernes, 13 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (10o. Parte)



Viernes de Relatos


¡NO! No seré yo quien diga adiós.

Estoy subida en un avión con un rumbo algo incierto, puesto que al bajarme, no sé a dónde iré. Mis amigas buscan desesperadas la relación de las fotografías en Facebook con algunos sitios que podrían darme indicios de donde puede estar. Ese es el plan: buscarlo. Cuando lo encuentre... cuando lo encuentre... No seré yo quien diga adiós en esta vez.

Miro por la ventanilla del avión esperando el despegue. Recuerdo que el día de ayer ellas se hartaron de hablar conmigo acerca de él. Cansadas de que lo trajera a colación cada segundo, me introdujeron la loca idea en mi cabeza. "Ve por él". Esta sugerencia queda bien cuando se vive en la misma colonia, en la misma ciudad o cuando menos en el mismo país. Ninguna de las anteriores es mi caso. Sin embargo, animada por una loca ilusión y una diminuta esperanza, reconocí que no quiero dejarlo ir y que la única manera de recuperarlo es ir tras él.

Pasaporte, Visa y mis ahorros de dos años son mis únicos acompañantes. Mi estrategia es mi celular con un plan de datos suficiente para que mis amigas me aconsejen y no se agote el saldo en ese ir y venir de mensajes. ¿Maleta? Sólo un montón de ropa limpia que me quedaba en el armario. No me molesté en verificar que combinara. Algo arriesgado, pero pertinente por la falta de tiempo para actuar.

Como suele ser costumbre en esta ciudad, el tráfico aéreo atrasa el horario de salida. Empiezo a sentir los nervios que suelen seguirle al momento inspirado por la locura. Con la calma, se racionalizan los impulsos y de a poco pierden su ímpetu. ¿Qué rayos estoy haciendo? Debo bajarme de este avión. Estoy más que loca si creo que con aparecerme frente a su cara el tipo va a pedirme que me quede con él toda su vida. Me levanto desesperada del asiento. Empujo un poco a la señora a mi lado que ha decidido dejarse la maleta chica a sus pies, estorbando mi paso. El señor junto al pasillo se desplaza sobre su asiento rotándose para permitirme pasar. La aeromoza me pilla buscando mi maleta en el maletero. Me detiene procurando ser amable. Ya es tarde para escapar. Le explico con aspavientos mi urgencia y dramática necesidad de correr y regresar a casa. La aeromoza y otros tantos metiches me miran incrédulos e impacientes. No parecen simpatizar con mi petición, y por el contrario, la señorita me invita con tono de obligación inapelable, a retomar mi asiento. Entro en mis cabales y vuelvo a molestar al señor y la señora sentados en la fila de mi asiento.

Suspiro resignada. Están avisando que los celulares deben apagarse o ponerse en modo avión. Me dispongo a obedecer otro mandato. Empiezo a entender que la democracia no existe en este lugar, cuando entra a mi celular un mensaje. "Hemos localizado a Antonio. Esta es su ubicación". El mensaje paraliza todo a mi alrededor. Una pausa en mi respiración sugiere que estoy a punto de caer en una crisis nerviosa. ¿Cómo lo han conseguido?  Sin tiempo de preguntar detalles, llega el momento de suspender el servicio de mi teléfono. El despegue va a iniciar.






**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!!

domingo, 8 de noviembre de 2015

La verdad


Una vez me dijeron que mentir es no decir la verdad a quien merece saberla. Como por ejemplo, si un desconocido con cara de maleante te pregunta la dirección de tu casa, y le dices cualquier cosa, no se te califica de mentiroso. No tienes por qué decirle aquel dato, no merece saberlo.

Bajo esta premisa, de repente reflexiono: es posible que cuando alguien te dice la verdad, es porque algo has hecho para merecerla. Y me refiero a ese tipo de verdades que uno guarda en su vida, aquellas que revelan tu identidad, tu historia, tus razones y tu forma de ser. Ese tipo de verdades que no le sueltas a quien sea, sino que compartes en profundos momentos de intimidad y resguardo.

Cuando tú eliges a una persona para confiarle tu verdad, es porque le das un lugar especial en tu vida. Ese sitio, esperanzadamente se lo ha ganado y por eso merece saber la verdad sobre ti. Supongo que llegado ese momento en que te animas a revelarte como eres es especial. Porque no a cualquiera lo revelas. Eliges bien a esas personas. Al menos esperas haberlo hecho así...

Amigos, familia y por qué no, una que otra persona que se acerca demasiado al corazón. Esas personas suelen saber la verdad sobre ti. Tú eliges quiénes quieren que la sepa. Y tal vez, de algún modo, por la confianza y el cariño, es que se la merecen. Pareciera que la verdad te acerca a otros, mientras que guardarte la verdad para ti mismo, mantiene la distancia.

Y ha de ser genial poder confesar quién eres sin miramientos ni juicios.

La invitación de la semana: encuentra a alguien a quien puedas decirle la verdad. Y si tienes a tu alrededor a alguien que merezca saberla, dila. Ha hecho su parte, te toca a ti. Que finalmente, la verdad, aunque pueda doler, siempre abrirá puertas. A veces no las que queríamos, pero sí las que son mejores para nosotros.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!

sábado, 7 de noviembre de 2015

Un ritual para decir adiós


Me encantaría que existiera el perfecto ritual para decirte adiós.

Con la despedida anunciada, hubiera creído que era posible maquinar los elementos necesarios para configurar el momento ideal. De antemano, la fecha en que te marcharías era de mi conocimiento. La hora era un misterio, pero cuando se trata de una partida inminente, que sea de día o de noche da lo mismo. Hubiera dado igual coordinar el brillo de todas las estrellas a un tiempo, que acomodar a todas las nubes en un rincón para que el sol se diera abasto en el inmenso cielo azul. Cualquier locura hubiera organizado para hacer esa hora menos triste.

Si existiera un perfecto ritual, seguramente vendría acompañado de un discurso atinado, asertivo, que procurara no desviarse en un guión melodramático. Nada exagerado para no importunar tus sentimientos, ni perturbar la decisión tomada. Serían palabras elegidas con cautela, que sonaran armoniosamente con un dejo de melancolía, pero con vistas de ánimo para después avanzar cada uno por su lado. Ninguna de ellas insinuaría ningún reclamo, ni tampoco alentarían una esperanza. Serían conciliadoras para ambos, y sabrían situar en un lugar lo que sentimos los dos sin necesidad de etiquetarlo.

Tal vez incluiría un instructivo para no tener que adivinar cuándo sería políticamente correcto abrazarte y por cuánto tiempo. Vendrían indicados los gestos de cariño que son apropiados para demostrarte. Un abrazo corto y dos largos, tal vez. Una caricia en el brazo y sujetar tu mano por máximo diez segundos... Mantener una distancia entre nosotros de un paso y medio... Derramar una lágrima discreta o llorar un poco más de la cuenta.

También incluiría un arriesgado consejo: Evitar regalos cursis u objetos que pretendan mantenerme viva en tu memoria o viceversa. Pues como decía Shakespeare: "Conservar algo que me ayude a recordarte, sería reconocer que puedo olvidarte". Y a ti, estoy segura, no te voy a olvidar.

Ese ritual me rescataría ahora mismo. Evitaría que mi ansiedad de no alcanzar a decir todo lo que tengo que decir, me hiciera pronunciar imprudencias. Detendría mis labios para reconocer sabiamente aquello que debo callar. Amedrentaría mi coraje por no poder echar el tiempo muy atrás y evitarme este mal trago. Me ayudaría a no justificar tu ausencia explicándome que tal vez a ti no te afecta en nada. Porque me recordaría que hubo un tiempo en que pareció que nos quisimos, aunque sólo me hubiera parecido escucharlo en tu silencio. Y que en realidad no está mal soñar con la ilusión de que con todo y todo, puede ser, que de algún modo entrañable, nos guardemos hacia el otro un especial sentimiento.

Pero no existe y busco inútilmente el mejor modo para despedirme de ti. ¡Más ridículo es tratar de hacerlo sin poder tenerte aquí! Sin embargo, si por una razón se inventaron las palabras, es porque se dan a entender por su profundo significado; y por ello no me queda otra forma para expresarlo, que sencillamente reunir esas letras e impregnarlas con todo mi corazón. Y espero que con ellas baste para que me entiendas, que todo lo que siento se resume en un sincero "Te quiero" y un resignado "Adiós". 





viernes, 6 de noviembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (9o. Parte)


Viernes de Relatos

Han pasado dos meses desde su partida. No he sabido nada de él, más que lo que chismea imprudentemente su muro en Facebook. Fotos de calles en otro país, restaurantes, platillos decorados cuidadosamente y una que otra frase inspiradora, de esas que te convocan a hacer grandes cosas en la vida. Nada personal que me dé pistas de su razonamiento para irse así sin despedirse.

Repaso las escenas en mi mente. No encuentro argumentos para justificar su desaparición. Sólo el hecho de que le pedí tajantemente decidir por sí mismo y no por mí. ¿Acaso fue eso lo que le incitó a huir?

Su ausencia, aunque ya estaba acostumbrada a ella, me pesa sobremanera. Fue un destello su reaparición, no tendría que inquietarme tanto volver a la normalidad. Años han transcurrido sin él a mi lado. Ya sé de qué va esto... ya me sé cómo es la vida sin él. Entonces, ¿qué me ocurre?

Incapaz de comprenderlo, procuro no mirar su sitio en internet. Procuro ocuparme con tonterías para no tener ni un segundo libre para pensar en el lío que me ocasionó su regreso. Mis amigas hacen lo imposible por invitarme a salir y divertirme. Pretenden distraerme sugiriéndome conquistas de una noche. Esto sólo consigue que piense más en él. En lo que tuve, en lo que pude tener... en vez de estar cazando incertidumbres nocturnas.

Se marchó sin mí, otra vez. Es la realidad. Creo que debería empezar a aceptarla.



**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!


domingo, 1 de noviembre de 2015

La Muerte


Dicen que en México nos tuteamos con la muerte...

La Muerte, aún con todo y su lúgubre emoción, nos regala una cosa: la reconciliación con la vida.

Así es, la muerte nos reconcilia con la vida. En el momento exacto del dolor más grande, la mirada hacia lo que viene delante se enciende. Tal vez porque se despierta la conciencia de lo efímera que es. Que son segundos los que integran nuestra existencia y que de no ponernos listos, se nos escaparán sin haber sido aprovechados.

La muerte nos encara con nuestra finita existencia. En ese enfrentamiento nace la reflexión. Los deseos de hacer lo que no hemos hecho, de invertir más en nuestras encendidas pasiones, que en nuestras apagadas obligaciones. Ser más esas personas que verdaderamente disfrutan la vida. Del tipo de personas que se atreven a gozar y no perderse en la inercia del tiempo.

También ocurre que la muerte nos encara con lo trascendente. Nos obliga a mirarnos y debilitar nuestros rencores. Si fuimos sabios, perdonamos en vida; pero si no lo hicimos, la muerte nos acorrala para arrepentirnos de todo lo que cargamos a espaldas por años.

La muerte también se encarga de reencontrarnos. Nos miramos otra vez con el amigo lejano y el familiar que hace años desapareció. Nos devuelve un poco las amistades disipadas y los cariños olvidados. Como si nunca se hubieran ido, regresan a consolarnos.

Y lo trascendental vence a lo superficial.

La invitación de esta semana: echa un vistazo a la muerte, para enterarte de que estás vivo y no se te pase de largo la vida y te enteres de ello cuando la muerte llegue a tu puerta.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!


Y... ¡Feliz día de Muertos!

viernes, 30 de octubre de 2015

¿Y si te digo adiós otra vez? (8o. Parte)



Viernes de Relatos


-  Y se fue...

- Así es. Sin avisar. - dije desilusionada.

- ¿Entonces cómo te has enterado?

- Lo ha publicado en internet. Ya ves que para eso sirven esas cosas.

Las dos nos quedamos en silencio, contemplando la mesa a la que estábamos sentadas.

- ¿No se despidió? - me preguntó mi amiga incrédula.

- No - aseveré - no se despidió.

- Pero... ¡qué formas son esas de marcharse!

- No sé...

- Pero, espera - trató ella de explicarse la situación - ¿no se suponía que regresaba para quedarse? Es decir, ¿por qué se ha ido?

- Supongo que... - mi mente dio vueltas a miles de ideas. Tal vez había caído en cuenta de que me quería a mí y tenía que correr a decírselo a su novia para romper el compromiso. Tal vez había regresado sólo para despedirse de ella y decírselo a la cara. Tal vez...

- Tal vez ha decidido que su vida está allá, con esta mujer - explicó.

- ¿Crees? - pregunté desconcertada. Esa no era mi idea.

- Lo ignoro... lo que definitivamente es cierto, es lo raro que es esto. - meditó un momento y continuó. - ¿Y qué vas a hacer?

Suspiré profundamente. Pensar en la posibilidad de perderlo por segunda vez podía arrancarme algunas lágrimas.

¿Qué es lo que debo hacer?

Esa pregunta hizo eco en mi cabeza toda la noche.






¨**No te pierdas la continuación en el siguiente "Viernes de Relatos"

domingo, 25 de octubre de 2015

Insisto con la última vez


He hablado de esto antes. "La última vez". Y aunque se los he contado ya, creo que no lo he hecho con la suficiente claridad para entenderla.

Porque la última vez me da tanta lata...

No hay avisos para la última vez. Simplemente pasa. Si abres demasiado bien los ojos es posible que alcances a enterarte un poco de su llegada, pero la mayoría de las veces suele salirse con la suya. La última vez ocurre y se va. Y cuando deja de aparecer, te enteras de que esa vez fue la última y que si lo hubieras sabido, lo habrías disfrutado más o lo habrías hecho diferente.

Todo tiene su última vez, así como lo tuvo su primera. El primer día de tu vida; el último día de tu vida. El primer te quiero; el último te quiero. El primer beso; el último.

Y más vale que sepan decir adiós cuando ocurre, porque la última vez es determinante, no vuelve. Sino, no sería la última. Así que ésta exige saber dejar atrás y seguir adelante sin ella. Seguir y avanzar... por mucho que les pueda doler, así es.

"La última vez" No habrá más de eso después. Ya no...

Por eso, la invitación de la semana es vivir todo como si fuera la última vez, sólo por si acaso llega a serlo. Que no queden arrepentimientos, que no queden "hubiera" flotando en el aire, que no hayan titubeos y y cosas que se quedaran sin hacer.

Sé consciente de que existe la última vez y llegará. Que no los agarre desprevenidos.

¡Que tengan un lindo inicio de semana... y luego un lindo fin de semana!


viernes, 23 de octubre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (7o. Parte)


Viernes de Relatos

- Has estado desaparecida.

Me quedé callada un momento y lo solté de golpe.

- Dime Antonio, si no te hubieras ido, ¿estaríamos juntos?

Él me miró sonriendo. Agachó la mirada y contestó.

- No lo sé. ¿Qué caso tiene preguntarse lo que de antemano no puede ser?

Tiene razón. Formular preguntas que no pueden corregir el rumbo de las cosas, no tiene sentido. Es tan complicado aceptar el presente tal como es.

- Creo que lo único que se puede hacer es que tú decidas qué quieres.

- ¿A qué te refieres?

- A que he estado pensando. Si para descubrir si debemos estar juntos, hemos de pasar el rato como si estuviéramos solteros, sería injusto para tu novia y también para mí.

- No te entiendo.

- Creo que... - me armé de valor - no debemos vernos más.

Antonio se desconcertó y buscó mi mano con la suya sobre la mesa.

- No puedes estar hablando en serio.

Suspiré esperando no arrepentirme. La idea me había dado muchas vueltas en la cabeza estos días. Si él iba a elegir quedarse o no con su novia, era una interrogante que debía resolver sin involucrarme en el acertijo. Debía decidirlo en función a estar o no con ella... no en función a estar con ella o conmigo. Porque lo nuestro es incierto, es parecido a lanzar una moneda en el aire. Podía funcionar o no. Y si la perdía a ella por mí y no resultaba, sería peor. Me lo echaría en cara...

- Es así, lo sostengo. Tienes que decidir esto por ti mismo, sin mí.

Él recargó su espalda en su asiento, se cruzó de brazos y me miró fijamente. Esperaba otra respuesta, lo sé.

Vaya, y con lo mucho que me gusta verlo aquí conmigo...

Y pese a que conozco lo absurdo de mi interrogante, no dejo de preguntarme: Antonio, si no te hubieras ido, ¿estaríamos juntos?


**No te pierdas la continuación el próximo viernes en los "Viernes de Relatos"!!!!


domingo, 18 de octubre de 2015

Lo que sólo tú sabes


Tu vida es tu historia. Sólo tú la escribes. Aún cuando hagas caso a otras personas y de repente las dejes tomar decisiones sobre ella, finalmente, quien la escribe eres tú.

Esta historia es sólo tuya. Es decir, tú la has leído desde el principio y la conoces completa. Sabes lo que te has callado, las ideas que se te han ocurrido pero aún no haces, lo que más te duele, lo que más te hace sonreír, lo que añoras, lo que crees, lo que estás dispuesta a dar y lo que no.

También sólo tú sabes cuándo has mentido, cuándo has dicho la verdad, cuándo te han herido y cuándo has herido. Sabes tus motivos, conoces tus esperanzas, entiendes tus sueños y formas de actuar.

En este sentido, lo que realmente es tu vida, sólo lo sabes tú.

Entonces, no dejes que otros te digan qué no soñar, qué no esperar, qué no dar... porque si tú estás dispuesto a jugarte todo por ello, hazlo. Sólo tú entiendes por qué. Las personas te aconsejarán de acuerdo a su propia historia, pero es diferente. Algunas veces podrá coincidir, otras no.

Lo importante es atreverte a escribir tu historia y que estés orgulloso cuando la termines.

La invitación de la semana: Sólo tú entiendes tu historia de inicio a fin. Escríbela y siéntete orgulloso autor de la misma. Si haces lo que otros no harían, te darás cuenta por ti mismo si erraste o no. Lo triste sería quedarte con la eterna duda de si pudiste haber acertado.

¡¡¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!!!  

domingo, 11 de octubre de 2015

Si fuera fácil... todos lo harían


Curioso, pero no todos están dispuestos a dar todo por algo.

Si alguna vez te has detenido en el camino que andas para mirar atrás, tal vez sientas que lo que has hecho cualquier hubiera podido hacerlo. Porque tú has visto las claves para lograrlo, te has esforzado y te has encargado de hacerlo posible a base de esfuerzo y dedicación.

De repente, en una humilde percepción de tu logro, crees que cualquier lo hubiera hecho, pero ¿sabes? No es así. Porque si fuera fácil, todos lo harían y... la verdad es que no es así. No todos están dispuestos a pagar el precio que se pide a cambio.

Es real. No es popular sudarse todo por un sueño, es decir, no es una práctica común. Y no por imposible, sino porque de algún modo, lo que sí es fácil, es quedarse cómodamente donde sea que uno esté. Levantarse y ser aguerrido para perseguir una idea, es cosa de pocos.

Vamos, que la decisión en realidad siempre es de uno mismo. Puedes decidir ir tras ello o no. Puedes quedarte donde estás o puedes ir más lejos. Lo mejor de todo esto, es que tú lo decides y nadie más; y por ello, sea cualquiera de las dos cosas, has de estar convencido de ello.

Pero... ¿no sería genial retarte a ti mismo y vencerte? Ese gusto y satisfacción, tal vez lo valen. Puede ser, sino, qué caso tendría pasar por todo el esfuerzo, trabajo y voluntad que requiere. Por tanto que das, tanto también has de recibir. ¿O no?

La invitación de la semana: Haz lo difícil, no lo fácil. Porque como hemos dicho, en lo difícil está lo que realmente vale la pena.

¡Que tengan un lindo inicio de semana!


viernes, 9 de octubre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (6o. Parte)


Viernes de Relatos

Es de noche. El fresco de la hora me refresca las ideas. Estoy sentada en la terraza de mi departamento. La ciudad vista a la distancia luce hermosa. Es fácil olvidar que de día el tráfico y el ajetreo la hacen parecer tediosa. Ahora, con el cielo negro vaciando el ruido del eco del día, en el silencio de la oscuridad me escucho mejor; mientras sujeto un libro en mi regazo.

Suspiro.

Recordar a Antonio me hace suspirar. Su rostro, su cabello, su sonrisa, su forma de hablar, su personalidad... todos sus detalles se configuran en una obra fascinante. Pienso en él y recapitulo el pasado. Recuerdos tengo muchos. Aunque el tiempo haya empolvado unos cuantos, basta con que me esmere en sacudirles y limpiarles para tenerlos presentes. Momentos que verdaderamente se adueñaron de mi corazón.

El presente es muy ingrato. Me devuelve a Antonio transformado. Aún le reconozco en su esencia, pero ha escrito una historia que sólo puedo leer de lejos, porque no soy parte de ella. Tiene una novia a la que ama y ha pedido matrimonio. Vaya... la usual inconformidad de una de las partes lo trajo hasta aquí, conmigo. La duda de equivocarse, la incertidumbre del futuro, la conciencia del impacto de una decisión y la añoranza de no perder lo que dejó atrás. Tantas preguntas se le presentan y yo soy una de ellas.

Yo también tengo mi historia. Después de todo, él no ha sido el único que se ha encomendado vivir sus sueños. Los míos, aunque más pequeños, se han cumplido. No he tenido tanta suerte en el amor como él. Cuento el relato de un corazón maltratado, que por esforzarse demasiado se ha tropezado un par de veces. En esas levantadas, le han vuelto a tirar. Él me engañó. Y ahora, con el regreso de Antonio, parece que yo también soy capaz de engañar... Malditas ansias desesperadas de que me sonría la suerte de una vez por todas.

Suspiro.


**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!


domingo, 4 de octubre de 2015

La maravilla de sobreponerte a las cosas


Es curioso que si la motivación es la precisa en el momento justo, si algo te hacía sentir mal, se te olvida.

Por ejemplo, si estás enfermo o con un malestar que invade tu ánimo y te pone gris el corazón, cuando aparece algo más fuerte y grande que eso, inmediatamente se te olvida.

Tienes ese dolor de cabeza que no te deja trabajar y hacer un reporte que tienes que entregar. Todo te abruma y ese dolor de cabeza reina en tus acciones, pero de repente, algo ocurre, algo más grande. Puede ser que te den esa noticia que esperabas ansioso o puede ser que te llame por teléfono ese alguien a quien hace años no veías o puede ser que alguien que te fascina se aparezca en escena y te invite a salir. Cuando algo más grande que tu dolor de cabeza aparece, éste desaparece y o al menos, pasa a segundo plano.

Tiene que ser algo más grande, algo que de verdad te mueva por dentro y entonces, te sobrepones a las cosas. Es como una curiosa inyección que te enciende y te hace bien. Tanto, que no te importa estar mal, hasta disimulas la incomodidad porque no puedes permitir que algo arruine tu mágico momento.

¿Y si llenaras de esas cosas grandes cada segundo de tu vida?

La maravilla de sobreponerte a las cosas es genial. Te hace reír cuando te percatas de ella. Y la ilusión misma que te queda cuando se ha ido, te ayuda a mirar el malestar o la molestia con mejores ojos. Te recuerda la esperanza de que lo malo, como lo bueno, se pasa rápido. La vida es una construcción de momentos y tú decides cómo vivirlos.

La invitación de la semana: que te pasen cosas increíbles que te hagan pasar a segundo plano las no tan increíbles. Que te suceda la maravilla de sobreponerte a las cosas y te maravilles riendo de que te has percatado de que puedes hacerlo.

¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!



viernes, 2 de octubre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (5o. Parte)


Viernes de Relatos

Salí con él al cine. Compré las entradas y me inventé uno de esos simples pretextos que nadie te cree. Le conté que mi amiga me canceló la invitación a ver la película que moría por ver. Con el fin de no desperdiciar el boleto, le pedí que me acompañara.
 
¡Aceptó!
 
Con los boletos en la mano entramos a la sala, buscamos nuestros asientos y nos sentamos. Mientras iniciaba la película platicamos de todo y de nada. Las trivialidades congelaron el tiempo y dejó de importarnos lo que ocurría ahí. Las luces se apagaron, nos hundimos en el silencio de los demás asistentes y bajamos la voz para no cortar nuestra charla. Mi mano en el descansabrazos la rozó con la suya. Una emoción recorrió mi cuerpo entero y solté una risa nerviosa casi imperceptible. La pantalla nos iluminó a media luz reclamándonos que la dejáramos olvidada.
 
Al finalizar, la gente se apresuraba a salir, pero nosotros nos congelamos en el tiempo. Tuvimos que marcharnos porque alguien se acercó a pedírnoslo. Bajamos por las escaleras de la sala y nos hicimos de un plan improvisado para continuar nuestra plática. La noche nos llevó a caminar por la oscuridad. Viviendo cerca del cine; la  invitación que nos hizo la cálida noche para gozarla la aceptamos.
 
Andando por la banqueta, su mano y la mía se volvieron a encontrar. No la quise soltar y él tampoco. Llegamos a la puerta de mi casa y casi como un cliché de la película que no vimos, su cuerpo quedó muy cerquita del mío y su cara se inclinó sobre la mía. A punto de besarlo, el pasado se hizo presente y sentí recobrar lo que había perdido hacía tiempo.
 
- ¿¿¿Lo besaste??? - preguntó mi otra amiga escandalizada.
 
- ¿Por qué me lo preguntas con ese tono? No pareces estar contenta por mí.
 
Aspirando paciente, se preparó para dedicarme el discurso más hiriente.
 
- Eres como tu ex. Idéntica a él. - la miré desconcertada y un tanto enojada - Antonio tiene novia, no se te olvide. Y tú: eres la otra. Eres la mujer con la que está engañando a su novia.
 
Mi amiga que defendía la idea de que cualquier salida con alguien que poseyera la más mínima intención de deseo clasificaba como infidelidad, había hablado.
 
¿Qué me está pasando? Infiel, ¿yo?
 
Una mueca de desilusión se dibujó en mis labios y mi mirada se entristeció profundamente.
 
 


**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"

domingo, 27 de septiembre de 2015

El "Timing"


"No eres tú, no es él... es el timing" (Elena Rodarte)

Hay algo fuera de nuestro control llamado "Timing". Este concepto es con el que juega el universo. Acomoda piezas: personas, objetos, emociones, situaciones y tiempos. Tú crees que tienes todos los ingredientes dispuestos para que algo ocurra... algo mágico, pero por una razón no sucede. Todo está ahí, lo ves y aún así... no sucede.

A veces la culpa es del timing. No estaba todo sincronizado para ocurrir en ese preciso instante de tu vida. Falta eso, sólo eso. Ese pequeño detalle que obstaculiza todo. Y no es por lo que tú hagas o lo que haga alguien más... es cuestión de timing. Y al revés, hay cosas que no te hacen sentido y una vez que han pasado años, vuelves a encontrarlas y de repente, su significado te es revelado y las aprecias mejor.

Parece que la vida se trata de soltar y fluir. Confiar un poco en que si no se da, no es porque no pueda ocurrir, sino porque, no era el momento preciso para que fluyera. El problema es esa necesidad de querer que pase a tu forma, la urgencia de verlo pasar, porque lo has esperado demasiado o porque crees que no volverá a pasar.

Las ilusiones son las que te estorban cuando te encuentras con la falta de timing. Porque el destiempo es difícil de entender y no lo ves. Es contra lo que menos esperas luchar. La broma del destino con la que éste se ríe. Y duele entenderla y dejarlo ir todo con ella.

El timing... qué duro es abrir las manos que creías tan llenas y quedártelas vacías.

No queda más que confiar en que un día se llenarán otra vez. Un día, el timing y todo lo demás se acomodará a tu favor para que ocurra la magia que anhelas. Un día, no sabes cuándo, porque eso del timing es impredecible, ocurrirá. Ten confianza, si ha de ser, el timing perfecto ocurrirá.

¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!






viernes, 25 de septiembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (4o. Parte)


Viernes de Relatos


- ¿Y qué le dijiste? - preguntó mi amiga interrumpiendo mi relato sobre el viernes pasado.

- Nada, qué iba a contestarle.

- ¿... que tú sientes algo por él...?

- Pero no es del todo cierto...

- ¡Claro que sí! Te derrites sólo de pensar en él. Es evidente que sientes algo por ese hombre. Aún te gusta.

- Me gusta la idea del Antonio de hace años, pero seguramente ha cambiado...

- Y tú también.

- Exacto. - aseguré - En ese cambio, es posible que ya no nos gustemos.

- O puede ser que se gusten más...

Me sedujo la posibilidad, la ilusión me cobijó con una sonrisa ingenua. La idea de podernos enamorar otra vez y retomar lo abandonado en el pasado me parecía maravillosa. Me arrancó un suspiro su imagen en mi mente, su recuerdo frente a mí curioseando sobre lo que podía sentir por él.

- ¿Y cómo podría averiguarlo? - pregunté procurando ser sensata.

- De la misma forma en que hace años descubriste que te gustaba - sugirió con una risita pícara - Sal con él.

Salir con él. Esa sola frase me recordó cuando me invitó a salir por primera vez. Fue una tarde de febrero. Me llevó a cenar con el dinero de sus papás, pero que en realidad tuvo que hacer méritos para obtenerlo, pues aún cuando hubieran podido regalarle cuanto quisiera, ellos eran de la idea de que cada moneda debía ganarse con esfuerzo y sudor. Así que haciendo quehaceres y mandados de la casa, ahorró lo suficiente para congraciarse conmigo. Llegada esa noche, recuerdo que incluso quiso lucir acorde a la ocasión, porque eligió vestir un saco casual que le hacía justicia a sus jeans. Su loción y aroma de recién bañado me encantaron. La forma de conducirse conmigo me coqueteó al extremo y la conversación que tuvimos me desarmó por completo. Sus travesuras me hicieron reír y su osado espíritu creativo para salirse con la suya me fascinó. Sus ganas de inventarse sueños y sus elaborados planes para alcanzarlos me mostraron su seriedad e pasión. Lo cierto es que tardé pocos minutos en percatarme de que aquella mesa puesta en la terraza, con una linda flor adornándola y unas cuantas estrellas tintineando en el cielo, conformarían el gentil escenario que presenciaría cómo sutilmente me enamoraba de Antonio.

- Sal con él, he dicho - dictó mi amiga - Lo tienes que saber.

Mis labios hicieron una mueca y bebí de mi taza de café. 



**No te pierdas la continuación en el próximo ¡¡¡Viernes de Relatos!!!


domingo, 20 de septiembre de 2015

El pasado nos persigue


Parece que se queda atrás, pero regresa. No el pasado en sí, sino aquellas cosas que hicimos en él.

Pueden ser los errores o los asuntos inconclusos. También lo bueno suele reencontrarnos, pero vaya, lo que más nos mueve y nos arranca un gesto de ironía son los errores que cometimos hace mucho tiempo atrás.

Si no regresan solos, vienen anunciados por alguien. Y cuando te los topas recuerdas la historia, lo que hiciste o dejaste de hacer. Son una viviente antología de lo que has estado haciendo y deshaciendo por ahí.

No sería cosa de asustarnos, a menos que no lo hayamos resuelto. Las evidencias y rastros de nuestra historia se mantienen vigentes en alguna parte del espacio. Y a veces nos toca verlos. ¿Cómo qué? Sea que vayamos por la calle y nos encontremos a alguien que fue nuestra pareja. Que vayamos conduciendo por la ciudad y demos con el sitio donde ocurrió algo intenso en nuestras vidas. Que nos encontremos a ese alguien que nos lastimó fuertemente o al que lastimamos también. Que vuelvas a ver a esa amistad que abandonaste o que te abandonó. O puede que nos encontremos un familiar con quien también ocurrió algo. La vida da muchas vueltas y en ese girar, parece que el pasado nos persigue.

Vamos, reitero, no es que nos debiera asustar si lo tenemos resuelto. Finalmente, son como cicatrices. Las miramos y recordamos lo que pasó. A veces duelen, pero sabemos que están sanando. Y si no está resuelto: hay que resolverlo.

Es curioso, pero más allá de agobiarnos por las pruebas tangibles de nuestras fechorías, debemos reflexionar sobre el aprendizaje que nos dejaron y lo que hacemos para no equivocarnos otra vez. Creo que de pequeños quisieron enseñarnos esto. Si alguna vez viste "El Rey León" de Disney entenderás lo que voy a decirte. En una escena está Simba y Rafiki. Él último golpea con su bastón al león y éste se queja. Y le dice el mono "qué importa, ya está en el pasado" Y el león protesta que aún así duele. Pero el mono le explica que si bien eso sucede, puede aprender de éste. Planea golpearlo otra vez, pero el león libra el golpe anticipándolo. Lo importante es lo que respondemos a la pregunta de Rafiki: "¿Y ahora qué vas a hacer?"

El pasado está ahí, innegable. Pero de nada sirve que haya pasado si no aprendemos de éste. Si nos equivocamos, nos lastimamos, nos duele, echamos una que otra cosa a perder, etc no tienen caso si no aprendemos de ello y decidimos hacer algo al respecto.

Así, aunque el pasado nos reencuentre, lo podremos saludar satisfechos, pues tomamos la lección que nos dejó y seguiremos avanzando.

¡¡¡¡Que tengan un lindo inicio de semana!!!






viernes, 18 de septiembre de 2015

¿Y si digo adiós otra vez? (3o. Parte)


Viernes de Relatos


Esta tarde me miré otra vez al espejo. Ignoro si lo que yo miro le gustará a él. Si no pensaba decirme nada en un mensaje, no quedaba de otra más que aceptar salir con él.

Con las recomendaciones de mis amigas en mi cabeza sobre no enamorarme a la primera y no esperar una propuesta de ningún tipo, me encaminé a aquel café.

Ahí estaba Antonio, esperándome.

Le emoción me inundó. Los recuerdos de golpe me deslumbraron. Era él quien regresaba del pasado para reencontrarme años más tarde. Como si la esperanza que alguna vez abandoné se materializara. Los sueños, la ilusión y el encantamiento resurgieron inevitablemente.

- Hola - lo saludé con soltura, como si nunca nos hubiéramos dejado de ver.

Él corrió la silla de la mesa para invitarme a sentar. Había olvidado lo que un hombre educado podía provocar en mí.

- ¿Qué te ha traído por aquí? - pregunté sin más.

Él pidió unas bebidas para los dos y se acomodó en su asiento como si fuera a contarme la historia más emocionante de la vida. Y así fue... me habló de sus estudios en el extranjero, de su trabajo, de su genial puesto en la gran empresa, la compra de su primer departamento y el proyecto que le llevó a su orgulloso ascenso. Vivir en el extranjero no le fue fácil. Después de todo, dejó atrás a su familia. Nuestra despedida la lamentó, pero no podía hacer mucho en aquellos ayeres de nuestra juventud. Hacerse de amigos, hacerse de una identidad y de un hogar propio en el desconocido territorio fueron sus retos más grandes. Pero los conquistó airoso y se probó a si mismo que podía hacer lo que él se propusiera. "En verdad, el límite es el cielo" aseveró.

Le vi contento mientras compartía su relato. La había pasado mejor que yo en este tiempo que nos distanciamos. Él logró sus metas, se comió el mundo. Y claro, en toda esa experiencia no le faltó el amor. Lo encontró.

- ¿Y ella dónde está? - pregunté disimulando la decepción advertida.

- Eso es lo único que ha salido mal en este plan - concluyó cabizbajo - Me han ofrecido en el trabajo la posibilidad de volver a casa, mi verdadera casa, pero ella no quiere vivir acá. Precisamente la noche en que iba a entregarle el anillo se vio arruinada mi propuesta, porque por la tarde me lo confirmaron. Puedo regresar.

Regresar...

- ¿Y quieres regresar?

- Me encantaría. Siento que he hecho todo lo que quería y debía hacer. Pero llega ese día en que miras a tu alrededor y recuerdas que la idea de hacerte de tu propia familia, acompañado de los tuyos, es un sueño que no has abandonado. - suspiró triste - pero ella no quiere vivir acá...

Si mis tajantes amigas estuvieran aquí ya le habrían soltado un discurso que dictara: ¡¡pues déjala!! No quieren lo mismo, por qué te haces tonto.

Pero mis amigas no están aquí y no seré su portavoz. Mientras Antonio me miraba buscando un consejo, por que sino esperaba eso de mi parte, no entendía por qué no apartaba sus ojos de encima de mí. Incapaz de darle un consejo por mi propia subjetividad, le pregunté:

- ¿Por qué luego de tanto tiempo me has buscado?

Dejó de mirarme.

- Vamos, que merezco una explicación... no se vale aparecer de la nada para contarme todo esto que bien pudieras haberte ahorrado. Si buscas un consejo, tienes amigos que te lo den. ¿Por qué buscarme a mí luego de tantos años? No entiendo...

Antonio guardó silencio por un largo rato, pero finalmente se atrevió a hablar. Lo miré expectante mientras me sangraba la herida de saberlo con otra feliz, esa otra mujer que hubiera podido ser yo.

-  Necesito cerciorarme de que no siento nada por ti.



**No te pierdas la continuación en el próximo "Viernes de Relatos"!!!!!!