Mi hermana

Hermanas por casualidad, amigas por elección --- Liv y Maddie (TV Serie Disney)

Me fascina la película Frozen que ha sacado Disney al cine en el invierno. Es una historia que aborda un tema que personalmente me resulta extremadamente conmovedor. Trata sobre la relación de dos hermanas, y sin afán de contarles la película o estropearles el final a quienes no la han mirado, sólo les contaré que creo que su éxito ha dependido precisamente de ello. La relación entre hermanos es fuerte y entrañable, lo que hace especial esta película animada. El personaje en apuros es salvado por el amor de su hermana, no por el poder del amor romántico o el de amigos, sino por alguien más allegado.

A mis amigas cercanas, que tienen hermanas, les pregunté si habían experimentado conmoción al ver la película. Hay una escena en particular en la que los juegos entre las hermanas se ven interrumpidos y a una de ellas se le prohíbe jugar con la más pequeña. Ésta, que no ha recibido explicación de por qué no lo hace, la busca constante sin recibir respuesta, siempre rechazada y viviendo del recuerdo. Las hermanas mayores entendemos el sentimiento. De algún modo, como hermana mayor existe una tendencia a cierta edad por desplazar a la menor; y la menor, inspirada por la admiración y el orgullo, persiste en estar ahí. Esta película te refleja en un susurro esta realidad y a muchas nos ha confrontado provocando una lagrimita en nuestros ojos.

Lo que ocurre entre dos hermanas es genial. La mía ha sido mi cómplice, mi pañuelo de lágrimas, mi confidente, mi ferviente admiradora y compañera de juegos. Gracias a ella crecí acompañada y siempre tuve con quien jugar. Compartimos la habitación y la convertimos en universos fantásticos donde podíamos imaginar juntas. Conforme crecimos, las amigas mutuas se volvieron comunes. Su mundo y el mío encontraban convergencia. Aunque también peleamos y nos herimos de vez en cuando, lo increíble era la facilidad con la que podíamos perdonarnos, aún cuando la discusión hubiera podido ameritar lo contrario. Aprendimos a comprendernos y aceptarnos como tal. 

Hoy las bromas infantiles nos arrancan carcajadas al recordarlas y los momentos en que nos distanciamos por tonterías nos invaden de tristeza. El camino algunas veces fue similar el de la una y la otra; a veces fue diferente. Ser mayor te adelanta unos pasos y despierta inquietudes en ti, a donde a veces tu hermana no te puede seguir. Sólo ansías que el tiempo avance y te encuentres nuevamente en posiciones equiparables. Entonces la sinergia ocurre mágicamente y nos entendemos como antes.

Tener una hermana así es un honor que la vida te concede. No la has pedido y te ha sido otorgada. La suerte de que en el azar del destino se decidiera que la tengas es un privilegio, y más cuando has logrado compenetrar con ella como una amiga. Amistad más hermandad... ¡Genial! Mirar a tu hermana es poder mirar un corazón que ha crecido junto contigo, reconocer tu propia sangre y palpar la fidelidad de una compañera para andar la vida.

Es tan increíble la sensación, que aún si no has tenido una hermana, buscas una amiga que se sienta así contigo. Una persona que esté ahí para ti y que tú estés para ella. Los lazos que se construyen son sólidos y trascendentales. Son historias que hablan de nosotras. Esa compenetración es la que nos rescata en los momentos más oscuros y que disfrutamos cuando brillamos en plenitud.

Las hermanas... Parecen a veces una piedrita en el zapato de nuestra independencia y aires de libertad, porque nos conocen íntimamente y atentan con volverse nuestra conciencia. Sin embargo, son la evidencia del amor puro que nace de los encuentros cotidianos de la vida, en los que somos sin máscaras y sin disimular. Nos aman y las amamos como son, y aunque se nos antoje negarlo, son nuestro refugio y orgullo.

A esa hermana mía con la que jugué de niña, desafié de adolescente y admiré el mundo de joven: Gracias, porque lo hicimos juntas y juntas seguimos hoy.